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sábado, 15 de diciembre de 2018

La inmovilidad móvil del caos* por Plinio Corrêa de Oliveira

Si hay un denominador común en los acontecimientos de la vida pública y privada de tantas naciones en los días actuales, se podría decir que es el caos. Las perspectivas caóticas parecen repetirse a sí propias y, cada vez más, se camina en las vías del caos y nadie sabe hasta dónde.
Plinio Corrêa de Oliveira
Las fuerzas enigmáticas del caos producen explosiones, erupciones que dan la impresión que el mundo se agrietará. Los optimistas, los idiotas –discúlpeme el lector la repetición - se asustan poco, por juzgar que todo “volverá a ser como antes en el cuartel de Abrantes”. Los que toman en cuenta los videntes se alarman, creyendo que en breve el mundo “quedará patas para arriba”. Pero, ellos también se engañan pues “plus ça change, plus c’est la même chose" –cuanto más esto cambia, más permanece en la misma…
En efecto, el proceso caótico que todos presenciamos y padecemos, por así decir, se mueve en la inmovilidad. De aquí, de allá, de acullá son desavenencias que se manifiestan, situaciones tan tensas y críticas, que se diría que una guerra mundial explota en cualquier momento en cualquier lugar. Sin embargo, en ese gira-gira del caos las situaciones terminan quedando inmóviles.
Acobardado delante de la multiplicación de las catástrofes y ruinas morales y materiales, el hombre de hoy se abate lamentando: "¡la destrucción es la regla de la vida y a ella todos tienen que someterse, todo se rompe y nada tiene significado, las cosas no significan más nada!”
De todo este panorama parece extraerse el siguiente mensaje: “¡Acostúmbrate y comprende que nada tiene razón de ser! ¡La razón humana está extinguida y nada más sucederá razonablemente, nunca más! Pero esto no te será dicho explícitamente: el funcionamiento de los acontecimientos mundiales será cada vez más absurdo y desordenado. ¡Y todos habrán de acostumbrarse a la idea de que el absurdo asumió el cetro del mundo!”
Este parece ser el mensaje actual de los hechos: “¡Razón humana, retírate! ¡Pensamiento humano, enmudece! Hombre, no reflexiones más, y como un animal déjate llevar confusamente por los acontecimientos”…

Y, de lo más recóndito de ese abismo, le es dado al católico discernir las fulguraciones engañosas, el cántico al mismo tiempo siniestro y atractivo, suavizante y delirante de aquel ente abyecto que es como la personificación de la ilogicidad, de lo absurdo, de la revuelta delirante y llena de odio contra el Omnipotente sapientísimo: el demonio. Padre del mal, del error y de la mentira, gime y agoniza desesperado, aullando su eterno y vil grito de rebelión: “Non serviam” -¡No serviré!” Son estas perspectivas sobre las cuales deben discutir los teólogos. Los teólogos verdaderos, obviamente, o sea los pocos entre ellos que aún creen en la existencia del demonio y del Infierno.
*Publicado originalmente por Servicio de Prensa de la TFP (Sao Paulo, Brasil), 12 de abril de 1991
Fuente: @redearautos en Telegram