Profeta Isaías, escultura de Alejaidinho, Minas Gerais, Brasil |
Es el Adviento - del latín adventus -, el llegar, la espera de lo que ha de venir, la presencia comenzada, la expectación de lo que está en advenimiento, que viene. Es el remarcar la centralidad de Cristo Redentor en la historia de la salvación de los hombres.
No se puede determinar exactamente cuándo fue la primera vez en que la Iglesia estableció la celebración del Adviento. Apenas en el Siglo IV comenzó a organizarse la liturgia entorno de la Encarnación del Verbo y la manifestación de Dios a los hombres. A sus inicios tuvo una cierta característica penitencial, a tal punto que la llamaban de “semi-cuaresma”. Posteriormente, la liturgia romana, la concibió como un tiempo de gozosa y devota expectativa, de gozo y de esperanza. Fue San Gregorio Magno (590) quien lo organizó en cuatro semanas.
Durante este período, algunos signos festivos que durante el año existen en la liturgia toman una característica diferente que la penitencial de la Cuaresma, adquiriendo un aire de austeridad. Remarcando a los fieles la condición pasajera de nuestra existencia, que somos peregrinos en esta tierra, sobresaltando la vigilancia y la esperanza. No se canta el Gloria a Dios en las misas pero sí se mantiene el Aleluya como aclamación previa al Evangelio, las vestidura son color morado. La austeridad se refleja en flores a discreción, y la música sacra, al menos hasta el 17 de diciembre, será más suave, reduce el uso de instrumentos. Concretamente se podría decir que todo es más sobrio. En este camino tendremos una excepción, será en el Tercer Domingo, llamado de Gaudete, que recibe ese nombre por la primera palabra en latín de la antífona de entrada, que dice: Gaudéte in Domino Semper (estad siempre alegres en el Señor). En él las vestiduras serán color rosado.
Tres son los personajes que nos pondrá de manifiesto la liturgia en este Tiempo en sus lecturas: el profeta Isaías, San Juan Bautista y María Santísima, la Virgen de la espera. Modelos del Adviento que nos inspiran esperanza. Es el tiempo mariano por excelencia del Año Litúrgico, “tiempo particularmente apto para el culto a la Madre del Señor” (Pablo VI, Marialis Culto, 4). Esto será remarcado destacadamente en el IV Domingo, en el cual la Virgen María aparecerá asociada al misterio de la Encarnación del Verbo, unida al misterio del Nacimiento de Cristo.
Se nos presentarán, en el camino litúrgico hacia las solemnidades de la Navidad, dos características esenciales en este período. Primera será la preparación para conmemorar la primera venida del Hijo de Dios a los hombres, su nacimiento en el Portal de Belén. Al mismo tiempo, nos preparará para la expectativa de la segunda venida de Cristo al final de los siglos, para juzgar a los vivos y a los muertos…
Tiempo en que fortaleceremos nuestra esperanza cristiana, en su primera etapa hacia el 16 de diciembre en que se orientará hacia el nacimiento histórico de Cristo Jesús. A partir del 17 de diciembre, nos encaminará hacia la celebración actualizada sacramentalmente en la liturgia en la festividad de la Navidad, en esa noche lindamente llamada Nochebuena, 24 de diciembre.
La figura del profeta Isaías aparecerá, en este Ciclo Litúrgico C que comenzamos, en las primeras lecturas de este Tiempo que estamos comentando. Profeta por excelencia del tiempo de la espera. Figura destacada del siglo VIII antes de Cristo, el gran anunciador de la venida del Señor, del nacimiento de Emmanuel, “Dios con nosotros”.
Padre Fernando Gioia, EP* |
Hemos sido invitados a la vigilancia en el pasado Primer Domingo de Adviento. “Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre” (Lc 21, 36). Ya en el Segundo Domingo de Adviento la invitación será, por boca del Precursor del Señor, San Juan Bautista, a la conversión, era la nota predominante: “Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados” (Lc 3, 3). Nos invita a que nos acerquemos al sacramento de la Confesión (Reconciliación). En el Tercer Domingo, Gaudete, el Heraldo del Mesías, como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, les respondió dirigiéndose a todos: “el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias” (Lc 3, 16). El IV Domingo de Adviento nos presentará la figura maravillosa de la Virgen María. Como nos dice el Prefacio “Te pedimos Señor que infundas la gracia en nuestros corazones, para que, habiendo conocido, por el anuncio del ángel, la encarnación de tu Hijo, lleguemos por medio su pasión y de su cruz, a la gloria de la resurrección”.
Así, la Virgen María, es el personaje principal del Adviento, de la espera, de la venida del “Salvador, el Mesías, el Señor” (Lc 2, 11).
Vivimos tiempos de incertidumbre, rodeados de todo tipo de crisis, que piden esperanza. Qué mejor que este tiempo de preparación para la Navidad para avanzar en el camino de nuestro cambio de actitudes. Que seamos vigilantes, que observemos los Mandamientos, que nos acerquemos al sacramento de la confesión, así nos preparamos en una espiritualidad coherente, para recibir al que durante milenios fue el esperado de las naciones, anunciado por los profetas, nuestro libertador y Salvador, Jesús Nuestro Señor, hecho Niño.
Cuando en la Noche Santa resuene a nuestros oídos el antiguo cántico “Hodie Christus natus est”, “hoy ha nacido Cristo”, alegres estaremos porque la presencia de la luz de Cristo Nuestro Señor, alejará de nosotros las tinieblas del egoísmo.
*Pertenece a los Heraldos del Evangelio