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jueves, 30 de diciembre de 2021

¡Santa María Madre de Dios… y Madre nuestra! - (Ciclo C) por Mons. João Clá Dias, EP

El 1 de enero, la Iglesia celebra la Solemnidad de Santa María Madre de Dios.

Nosotros debemos imaginar a Nuestra Señora impregnada, penetrada lo más posible de gracias místicas, sintiendo en el fondo del alma quien es Dios realmente, quien realmente es el Padre, quien es realmente el Espíritu Santo, quien realmente es el Hijo, que es Hijo de Ella.

jueves, 23 de diciembre de 2021

Comentario al Evangelio de Misa de medianoche de la Natividad del Señor -Ciclo C- por Mons. João Clá Dias, EP

[...] En una noche mística… ¡nace el Salvador de la humanidad!

San Pablo subraya el papel de la gracia que Jesús ha traído: «enseñándonos a que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo» (Tit 2, 12-13). En el original griego, el verbo enseñar posee una connotación que va más allá del concepto de la mera transmisión de una doctrina, e incluye también la noción de dar fuerza, de infundir la capacidad de practicar lo que se aprendió, a la manera del águila cuando entrena a sus crías para el vuelo. La enseñanza que da la gracia penetra con vigor en lo más profundo del alma y, al hacernos amar lo que entendemos, nos vuelve aptos para practicarlo. Por lo tanto, nuestra inteligencia no puede abarcar esa mudanza que Jesús introdujo en la faz de la tierra. Necesitaríamos ojos divinos para contemplar todo el proceso histórico después del pecado original, desde Adán y Eva hasta el nacimiento del Redentor, y, a partir de aquí, la irradiación de la gracia, enseñando e infundiendo fortaleza a las personas para cambiar de mentalidad. No es diferente lo que el Apóstol resalta en el último versículo presentado en la segunda lectura: «El cual se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, dedicado enteramente a las buenas obras» (Tit 2, 14).

jueves, 16 de diciembre de 2021

Comentario al Evangelio - IV Domingo de Adviento - Ciclo C (domingo 19 de diciembre) por Mons. João Clá Dias, EP

[…] Pidamos a la Virgen que nos hable en el fondo del corazón y nos transforme.

Es interesante analizar el elogio de Isabel a María Santísima, al reconocerla como "Aquella que creyó". Venía ella padeciendo desde hacía seis meses las consecuencias de la incredulidad de su esposo que, por dudar del anuncio angélico sobre el nacimiento de San Juan Bautista, quedó mudo.

jueves, 9 de diciembre de 2021

Comentario al Evangelio - III Domingo de Adviento o Gaudéte* - Ciclo C (12 de diciembre) por Mons. João S. Clá Dias, EP


[…] III - La alegría está a nuestro alcance.

Tener siempre en vista la propia resurrección, a pesar de conocer perfectamente la desintegración de los cuerpos, después de enterrados y transformados en polvo; tener una esperanza de, post mortem entrar en una convivencia eterna con Dios, después de haber recuperado el mismo cuerpo en estado glorioso para en el Cielo gozar de la felicidad eterna; ahí está lo que nos da fuerza y ​​coraje. Entonces, ¿por qué correr detrás de alegrías dónde no existen?

La insustituible felicidad de la buena conciencia

Muchas veces ignoramos o nos olvidamos que la pérdida de la inocencia bautismal constituye el mayor perjuicio de la vida. Significa perder el mayor tesoro que nos ha sido confiado por las dadivosas manos de la Providencia pues, perdida esta inocencia, luego las malas inclinaciones se manifiestan con más vehemencia y es común que sucedan las caídas, pudiendo incluso llegar el alma a la triste situación apuntada por Nuestro Señor en el Evangelio: "Todo hombre que se entrega al pecado, se convierte en su esclavo" (Jn 8, 34).

Monseñor Joao S. Clá Dias, EP

De hecho, cuando cometemos la infelicidad de caer en el pecado, estamos engañosamente buscando una felicidad derivada de un placer, el cual creemos que es infinito y eterno. Tal placer, sin embargo, es siempre fugaz y sumerge nuestra alma en la frustración. ¡Oh naturaleza débil! Corres detrás de un vacío pensando haber encontrado lo absoluto, vas en busca de la alegría donde ella no se encuentra! Con propiedad afirma San Agustín: "Alegrarse en la injusticia, alegrarse en la torpeza, alegrarse en las cosas viles e indecorosas... en todo eso cifra el mundo su alegría; en todo eso que no existiría si el hombre no quisiera. [...] La alegría del siglo consiste en la maldad impune. Entregarse a la disolución de los hombres, fornicar, divertirse en los espectáculos, embriagarse, mancharse de torpezas sin ningún contratiempo: he aquí la alegría del mundo. Pero Dios no piensa como el hombre, y unos son los designios divinos, otros los humanos”. [12]

Con la deliberación de abrazar el pecado nos alejamos de la verdadera e insustituible alegría de la buena conciencia, que ninguna fortuna, ningún placer carnal, ningún orgullo satánico, ninguna gloria mundana puede ofrecer. Si algún día tenemos la desventura de manchar nuestra inocencia, busquemos pronto recuperar un corazón puro y un espíritu firme (Sal 50, 12), lavando y purificando el alma en el Sacramento de la Confesión. Quien nunca sintió el consuelo por la certeza de haber sido perdonado, al salir de un confesionario, no conoce una de las mayores felicidades que en esta vida se puede experimentar. El gaudio de recuperar la inocencia perdida vale más que todo en la faz de la Tierra.

Alegría: el verdadero dinamismo interior

Concluyendo, es necesario comprender que, aún en las peores situaciones, jamás debemos abatirnos; al contrario, debemos estar llenos de confianza. Dios, según la enseñanza maravillosa presentada en el Evangelio de este domingo [Domingo 3° de Adviento], está continuamente a nuestra disposición y quiso darnos a su propia Madre Santísima para acompañarnos y atendernos. Por lo tanto, sigamos el consejo de San Agustín: “’alegraos siempre en el Señor’, esto es alegrarnos en la verdad, no en la iniquidad; alegraos en la esperanza de la eternidad, no con las flores de la vanidad. ¡Alegraos de este modo y en cualquier lugar, y en todo tiempo acordaos que ‘el Señor está próximo! No os inquietéis con nada’” [13]

Seamos alegres hasta en las peores tragedias, pues la alegría nos mantendrá el dinamismo y la fuerza necesaria para practicar la virtud. De este modo, el Niño Jesús encontrará nuestras almas prontas para recibirlo en el supremo momento en que nacerá místicamente en la Sagrada Liturgia y en nuestro corazón.

* Gaudéte, alegría en latín.

[12] SAN AGUSTIN. Sermo CLXXI, n.4. In: Obras. Madrid: BAC, 1958, v.VII, p.147.

[13] Idem, n.5, p.148-149.

Fuente: Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen III, Librería Editrice Vaticana.

[Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio]

Se autoriza su publicación citando la fuente.
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jueves, 2 de diciembre de 2021

Comentario al Evangelio - Domingo II de Adviento - Ciclo C (domingo 5 de diciembre) por Mons. João Clá Dias, EP

[…] Dios debe estar en el centro de la vida del hombre.

6 “‘Y todas las personas verán la salvación de Dios’”

Estas palabras finales son muy exactas, no sólo para significar la universalidad de la misión de Nuestro Señor Jesucristo, sino también la actitud de los hombres en relación a Él, libres que son para aceptarlo o rechazarlo y, en vista de eso, obtener la salvación o la perdición eterna. Esa es la razón por la cual San Juan Bautista no dijera que todos se salvarán, como comenta el padre Duquesne: “El Salvador, enviado de Dios, vino para todos los hombres y fue anunciado a todos los hombres; no obstante, no todos lo reconocerán y lo seguirán. Pero vendrá el día en que todos lo verán como su Juez”. [18]