Tener siempre en vista la propia resurrección, a pesar de
conocer perfectamente la desintegración de los cuerpos, después de enterrados y
transformados en polvo; tener una esperanza de, post mortem entrar en una
convivencia eterna con Dios, después de haber recuperado el mismo cuerpo en
estado glorioso para en el Cielo gozar de la felicidad eterna; ahí está lo que
nos da fuerza y coraje. Entonces, ¿por qué correr
detrás de alegrías dónde no existen?
La insustituible felicidad de la buena conciencia
Muchas veces ignoramos o nos olvidamos que la pérdida de la inocencia bautismal constituye el mayor perjuicio de la vida. Significa perder el mayor tesoro que nos ha sido confiado por las dadivosas manos de la Providencia pues, perdida esta inocencia, luego las malas inclinaciones se manifiestan con más vehemencia y es común que sucedan las caídas, pudiendo incluso llegar el alma a la triste situación apuntada por Nuestro Señor en el Evangelio: "Todo hombre que se entrega al pecado, se convierte en su esclavo" (Jn 8, 34).
Monseñor Joao S. Clá Dias, EP |
De hecho, cuando cometemos la infelicidad de caer en el
pecado, estamos engañosamente buscando una felicidad derivada de un placer, el
cual creemos que es infinito y eterno. Tal placer, sin embargo, es siempre
fugaz y sumerge nuestra alma en la frustración. ¡Oh naturaleza débil! Corres
detrás de un vacío pensando haber encontrado lo absoluto, vas en busca de la
alegría donde ella no se encuentra! Con propiedad afirma San Agustín:
"Alegrarse en la injusticia, alegrarse en la torpeza, alegrarse en las
cosas viles e indecorosas... en todo eso cifra el mundo su alegría; en todo eso
que no existiría si el hombre no quisiera. [...] La alegría del siglo consiste
en la maldad impune. Entregarse a la disolución de los hombres, fornicar,
divertirse en los espectáculos, embriagarse, mancharse de torpezas sin ningún
contratiempo: he aquí la alegría del mundo. Pero Dios no piensa como el hombre,
y unos son los designios divinos, otros los humanos”. [12]
Con la deliberación de abrazar el pecado nos alejamos de la
verdadera e insustituible alegría de la buena conciencia, que ninguna fortuna,
ningún placer carnal, ningún orgullo satánico, ninguna gloria mundana puede
ofrecer. Si algún día tenemos la desventura de manchar nuestra inocencia,
busquemos pronto recuperar un corazón puro y un espíritu firme (Sal 50, 12),
lavando y purificando el alma en el Sacramento de la Confesión. Quien nunca
sintió el consuelo por la certeza de haber sido perdonado, al salir de un
confesionario, no conoce una de las mayores felicidades que en esta vida se
puede experimentar. El gaudio de recuperar la inocencia perdida vale más que
todo en la faz de la Tierra.
Alegría: el verdadero dinamismo interior
Concluyendo, es necesario comprender que, aún en las peores
situaciones, jamás debemos abatirnos; al contrario, debemos estar llenos de
confianza. Dios, según la enseñanza maravillosa presentada en el Evangelio de
este domingo [Domingo 3° de Adviento], está continuamente a nuestra disposición
y quiso darnos a su propia Madre Santísima para acompañarnos y atendernos. Por
lo tanto, sigamos el consejo de San Agustín: “’alegraos siempre en el Señor’,
esto es alegrarnos en la verdad, no en la iniquidad; alegraos en la esperanza
de la eternidad, no con las flores de la vanidad. ¡Alegraos de este modo y en
cualquier lugar, y en todo tiempo acordaos que ‘el Señor está próximo! No os
inquietéis con nada’” [13]
Seamos alegres hasta en las peores tragedias, pues la
alegría nos mantendrá el dinamismo y la fuerza necesaria para practicar la
virtud. De este modo, el Niño Jesús encontrará nuestras almas prontas para
recibirlo en el supremo momento en que nacerá místicamente en la Sagrada
Liturgia y en nuestro corazón. ◊
* Gaudéte, alegría en latín.
[12] SAN AGUSTIN. Sermo CLXXI, n.4. In: Obras. Madrid: BAC,
1958, v.VII, p.147.
[13] Idem, n.5, p.148-149.
Fuente: Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen III, Librería Editrice
Vaticana.
[Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio]
Se autoriza su
publicación citando la fuente.
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