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del Mesías que viene para salvar… y condenar
11 “Yo los
bautizo con agua para la conversión, pero Aquel que viene después de mí es más
fuerte que yo. Yo ni soy digno de llevar sus sandalias. Él los bautizará con el
Espíritu Santo y con fuego”.
Súbitamente, el discurso cambia de tono, pues el
centro de atención pasa a ser Nuestro Señor Jesucristo. Destacando la
sustancial diferencia entre el bautismo penitencial y el Sacramento que sería
traído por el Redentor, Juan Bautista subraya su completa sumisión a Jesús diciéndose
indigno de llevar sus sandalias, gesto que cabría a un simple esclavo. De este
modo, pone la figura de Nuestro Señor en el verdadero lugar de precedencia ante
los ojos de la gente, mostrando la humildad que fue una constante en su misión
de proclamar a Cristo: "Es importante que Él crezca y que yo disminuya"
(Juan 3, 30).
12 “Él
está con la pala en la mano; Él va a limpiar el piso de su trilla y guardará su
trigo en el silo; pero a la paja Él la quemará en el fuego que no se apaga”.
Concluyendo sus palabras, el Precursor revela
quién será el ejecutor de la sentencia anunciada anteriormente: el Mesías, el mismo
que viene para salvar, bautizando "con el Espíritu Santo y con
fuego", está a punto de lanzar la paja "al fuego que no se apaga”. En
el momento del Juicio, se desvanecerá la ilusión de los que creen hacer una
triquiñuela ante Dios para ir al Cielo, aun llevando una vida contraria a sus
caminos. No habrá más conmiseración o condescendencia por parte del Creador: si
el "árbol" no ha producido lo que debía y murió en enemistad con Dios,
será arrojado "al horno de fuego, donde habrá llanto y crujir de
dientes" (Mt 13, 42). Y no pensemos que basta el carácter de cristiano
para librarnos de la desgracia eterna. Al contrario, es un agravante de nuestra
condenación, pues implica un rechazo mayor a la gracia.
San Juan Bautista predicando a las orillas del río Jordán |
Nuestra
esperanza debe estar en Dios
Nos invitan a pensar un poco en estos
acontecimientos de los cuales ninguno de nosotros escapará –la muerte y el Juicio-,
las palabras de San Juan en este 2° Domingo de Adviento que muestran la
necesidad de cambiar de mentalidad. Si nos analizásemos honestamente, bajo el prisma
de este Evangelio, constataríamos cuántos principios mundanos dejamos entrar en
el alma a lo largo del tiempo, engañándonos con una falsa seguridad y estabilidad.
Será, por ejemplo, el igualitarismo nacido del orgullo, será el materialismo,
que nos hace vivir en función de la técnica o del dinero, entre otras
desviaciones. Y en esta perspectiva es que tenemos que considerar la conversión
a la cual San Juan Bautista nos exhorta, y prepararnos para el momento de la
comparecencia frente al tribunal de Dios.
Juicio que debemos enfrentar con esperanza
verdaderamente cristiana, o sea, con entera confianza en Dios y en los méritos
de Nuestro Señor Jesucristo, que perdonará nuestros pecados y miserias desde
que los reconozcamos, arrepentidos. Si vivimos con esta disposición de alma,
alcanzaremos la santidad, meta de todo bautizado, y alcanzaremos la plena
participación en la vida de Dios, como señala la Oración del Día: “Oh Dios
todopoderoso y lleno de misericordia, te pedimos que ninguna actividad terrenal
nos impida de ir al encuentro de tu Hijo, pero, instruidos por tu sabiduría,
participemos de la plenitud de su vida”. 8)
8) SEGUNDO DOMINGO DO ADVENTO. Oração do Dia.
In: MISSAL ROMANO. Trad. Portuguesa da 2a. edição típica para o Brasil
realizada e publicada pela CNBB com acréscimos aprovados pela Sé Apostólica. 9ª.
ed. São Paulo: Paulus, 2004, p.130.
(CLÁ DIAS EP, Mons. João Scognamiglio In: “Lo inédito sobre los Evangelios”, Vol.
I Librería Editrice Vaticana)