[…] III –
El camino de la verdadera felicidad
La liturgia de este domingo nos invita a la
alegría, mostrando el rumbo para alcanzarla. El contraste entre los
protagonistas de la escena de hoy es notorio: mientras San Juan está en la cárcel
y se somete a este padecimiento con plena resignación, animado por la felicidad
de ser íntegro y cumplir su llamado, los discípulos se ven privados de esa
felicidad por la envidia que los consume.
Similar amargura acompaña a Herodes Antipas,
esclavizado por sus pasiones, como también a los fariseos que viven a la búsqueda
de alabanzas e incienso, impulsados por la sed de gloria terrenal. Los propios
apóstoles tampoco están enteramente felices en este período de la vida pública
del Divino Maestro, pues esperaban un Mesías diferente al que tenían delante de
sí.
Entonces, ¿dónde está la alegría? En la locura
de la Cruz. Nuestro Señor Jesucristo, no podía estar triste ni abrazar un
camino de depresión, y además, eligió el del Calvario para darnos el ejemplo e
indicar que la conquista de la felicidad comporta la adversidad y el dolor. Recordémonos
de su enseñanza: “Si alguien quiere venir conmigo, renuncie a sí mismo, tome su
cruz y sígame” (Mt 16, 24). La idea de que la felicidad excluye el sufrimiento
es infundada, ya que somos tendientes al mal por la caída de nuestros primeros
padres, el sufrimiento se tornó un elemento indispensable para nuestra
santificación.
En efecto, el problema del sufrimiento no está
tanto en aquello que lo ocasiona, sino en el modo como es soportado. Él existe
en todas las situaciones de la vida y pide de nuestra parte el ánimo que esta Liturgia
presenta, del cual María Santísima es modelo. Ella aceptó todos los
padecimientos que su Divino Hijo sufrió y se dispuso a colaborar con el
sacrificio redentor, pues quería la salvación de todos.
Nuestra
finalidad es pertenecer a Jesús
Hecho para pertenecer a Nuestro Señor Jesucristo,
el ser humano se realiza en la medida en que asume con seriedad su condición de
bautizado, miembro de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, dando pasos en
la práctica de la virtud y en la búsqueda de la santidad. Cuánto más avanzamos
en esta vía, mayor es la alegría que nos invade, como el deseo de progresar
cada vez más.
Consideremos de frente nuestro destino eterno
mientras esperamos la venida del Salvador. En la noche de Navidad Él nacerá de
nuevo, místicamente, y si aplicamos en nuestras vidas la lección de esta Liturgia
nacerá también en nuestros corazones, donde encontrará una digna posada para
hospedarse.
(CLÁ DIAS EP, Mons. João Scognamiglio In: “Lo Inédito
sobre los Evangelios” Vol I, Librería Editrice Vaticana)