[…] III -
Elevado al plano de la Unión Hipostática*
Al seleccionar este Evangelio para el último
domingo antes de la Natividad del Señor, la Iglesia nos invita a considerar dos
criaturas puramente humanas –María y José- a la luz de la Encarnación del
Verbo, elevando de este modo nuestros pensamientos hasta el séptimo y más alto plano
del orden de la Creación, por encima de los minerales, vegetales, animales,
hombres, ángeles, y hasta de la propia gracia. De este elevadísimo plano
hipostático, sólo Jesucristo, Hombre-Dios, participa en estado absoluto.
También la Santísima
Virgen, a su modo, participa de este orden hipostático, por haber cooperado de
forma moral y libre con la Encarnación, con su fiat, bien como por haber contribuido físicamente con la formación
del Cuerpo de Cristo. “Por esta colaboración, María consigue tocar con su
propia acción a Dios”, afirma el dominico Fray Bonifacio Llamera. [8]
Ahora bien –según el Padre Bover y varios
autores- el propio San José fue unido a este misterio extraordinario, aunque
“no físicamente, como la Virgen Madre de Dios, pero sí moral y jurídicamente”.
[9] Pues, según afirma el mencionado padre Llamera, además de intervenir en la
constitución del orden hipostático por su consentimiento libre y voluntario, él
coopera de forma directa e inmediata en la conservación de este mismo orden.
[10]
A análoga conclusión llega, bajo un prisma
diverso, el padre Garrigou-Lagrange, el cual afirma que la misión de San José,
va más allá del orden de la naturaleza, y no solamente humano, sino también
angélico. Para destacar mejor su pensamiento, el teólogo dominico levanta una
pregunta al respecto de esta misión: “¿Será ella solamente del orden de la
gracia, como la San Juan Bautista, el cual prepara las vías de la Salvación;
como la misión universal de los Apóstoles en la Iglesia para la santificación
de las almas; o la misión particular de los fundadores de las órdenes
religiosas?” Y da esta respuesta: “Observando de cerca la cuestión, se ve que
la misión de San José sobrepasa hasta el orden de la gracia, y colinda con el
orden hipostático constituido por el misterio de Encarnación misma”. [11]
“Dios le pidió a la Virgen –comenta el padre
Llamera- su consentimiento para la Encarnación. Ella lo concedió libremente, y
en este acto voluntario radica su mayor gloria y mérito”. [12] Pero también al
santo Patriarca le fue solicitada su anuencia al virginal matrimonio con María,
condición para la Redención; y la Providencia le pidió una heroica aceptación,
sin entender, el misterio de la Encarnación: pero él creyó en la inocencia de
María a pesar de la evidencia de su embarazo, constatado por sus ojos. Sin
duda, fue este “¡fiat!” de San José
uno de los mayores actos de virtud jamás practicados en la Tierra.
Desposorios de la Santísima Virgen con San José |
¿Finalmente, no develará la Teología maravillas insospechadas en la persona de San José, el castísimo jefe de la Sagrada Familia y Patriarca de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana?
[8]
LLAMERA, OP, Bonifacio. Teologia de San José. Madrid: BAC, 1953, p. 39.
[9]
BOVER. De cultu S. Joseph amplificando, p.32. Barcelona: 1928, apud Llamera,
op. cit., p.132.
[10]
Cf. LLAMERA, op. cit., p.137-138.
[11]
GARRIGOU-LAGRANGE, Réginald. La Mère du Sauveur et notre vie intérieure, p.III,
c.VII.
[12]
LLAMERA, op. cit., p.120.
[13]
THOMPSON, Edward Healy. The Life and Glories of Saint Joseph. London: Burns
& Oates, 1888, p.41.
*De la hipóstasis o relacionado con ella en
tanto que unión de la naturaleza humana y la divina en la persona de Jesús
(CLÁ DIAS EP, Mons. João S. In: “Lo Inédito sobre los Evangelios”
Vol. I, Librería Editrice Vaticana)