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sábado, 30 de noviembre de 2019

Comentario al Evangelio I Domingo de Adviento (domingo 1 de diciembre) por Mons. João S. Clá Dias, EP


[…] Debemos estar preparados para las intervenciones de Dios en la Historia –

Al explicar el Evangelio de este domingo, casi todos los doctores, exegetas y espiritualistas se centran en la necesidad de ser vigilantes en todo momento, sea en la perspectiva de la muerte y del juicio particular, sea en la del fin del mundo y del Juicio Final.

En armonía con esta visualización presentada en los comentarios de arriba, se puede conjeturar que Nuestro Señor Jesucristo quiso también advertirnos a cada uno de nosotros al respecto de las intervenciones de Él en la Historia. Sobre la situación del mundo, en el lejano año 1951 escribía el profesor Plinio Corrêa de Oliveira: “¿Hoy, no es bien verdad, que el Vicario de Cristo es desobedecido, abandonado, traicionado? ¿No es bien verdad que se construye todo un mundo, toda una civilización basada en la negación de Cristo? ¿No es bien verdad que la Santísima Virgen habló en Fátima señalando todos estos pecados y pidiendo penitencia?” [11]

El triunfo del Sapiencial e Inmaculado Corazón de María

Es muy importante destacar que, en relación al gobierno de Dios sobre los acontecimientos humanos, la vigilancia nos debe conducir a esperar con alegría y avidez el triunfo del Sapiencial e Inmaculado Corazón de María, la llegada de este período extraordinario de la Historia anunciado por Nuestra Señora en Fátima, “ese tiempo feliz y ese siglo de María, en el cual incontables almas escogidas y obtenidas del Altísimo por medio de Ella, perdiéndose a sí mismas en el abismo de su interior, se tornarán copias vivas de María, para amar y glorificar a Nuestro Señor Jesucristo”. [12]


Entonces, del mismo modo que preparamos nuestras almas para el nacimiento del Niño Jesús en la noche de Navidad, coloquémonos también, según el Evangelio de este domingo, delante de otro panorama grandioso: aquel en que Dios intervendrá con el fin de conceder a la Santísima Virgen, en esta tierra, la gloria que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo le dan en el Cielo.

¡En la expectativa de esta victoria de la Santa Iglesia, permanezcamos vigilantes! Vigilar significa nunca ceder a nada que el demonio pueda proponernos. Vigilar significa estar atento, con los ojos bien abiertos, analizando bien desde donde vienen los peligros.

Vigilar significa arrancar enérgicamente, sin contemporizaciones, cualquier raíz de pecado que haya en nosotros. Todo lo que implica riesgo para la salvación eterna y para nuestra santificación debe ser cortado, haciendo todo el esfuerzo para perseverar en el camino de la perfección, visando no atrasar el día magnífico en que María Santísima dirá: “Mi Inmaculado Corazón triunfó!”

11) CORREA DE OLIVEIRA, Plinio. Via Sacra. VIII Estação. In: Catolicismo. Campos dos Goytacazes. Ano I. N.3 (Mar., 1951); p.5.
12) SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT. Traité de la vraie dévotion à la Sainte Vierge, n.217. In: OEuvres complètes. Paris: Du Seuil, 1966, p.635.

(CLÁ DIAS EP, Mons. João S. In: “Lo inédito sobre los Evangelios” Vol. I, Librería Editrice Vaticana)