En cierto sentido, todos somos Zaqueo. Estando en esta vida
en un estado de prueba, en cualquier momento Nuestro Señor Jesucristo puede
venir hacia nosotros y llamarnos, usando una lectura, una conversación, una
predicación, o quizás a través de un movimiento interno de la gracia.
¿Cómo responderemos nosotros si, como al publicano, Él nos
dijese: "baja rápido, porque hoy me quedo en tu casa"? “¿Sabremos
imitar la generosidad de Zaqueo y, anticipándonos a la amonestación del Señor,
respondiendo con espontánea prontitud ‘de aquí en adelante, quiero firmemente no
pecar más’?” 26
Todo dependerá de la admiración que tengamos. El camino de
la conversión del publicando, narrado en este trecho del Evangelio, comenzó con
un mero sentimiento de curiosidad para con aquel Hombre del cual él tanto oyera
hablar. Pero, por la acción de la gracia, se transformó en deseo de conocerlo,
hablarle y estar con Él, dando inicio al proceso que habría de tornarlo en un
verdadero “hijo de Abrahán.
Como Zaqueo, también así debemos reaccionar nosotros,
huyendo de las multitudes y subiendo al “árbol de la admiración” para
contemplar mejor al Divino Maestro. Porque quien está tomado de verdadera
admiración, escucha la palabra del Señor, observa sus preceptos y enfrenta
todas las dificultades para seguirlo, hasta el final.
Arduo sería evaluar hasta qué punto son profundas las
consecuencias de este volverse admirativo para lo que es superior, si no fuese
Santo Tomás de Aquino quien nos lo enseña: “La primera cosa que entonces [al
alcanzar el uso de la razón] le sucedo al hombre es pensar y analizarse a sí mismo.
Y si se ordena al debido fin, conseguirá por la gracia la remisión del pecado
original”. 27 ¡O sea, se derraman sobre él los mismos efectos del Bautismo
sacramental! 28
Esta osada afirmación del Doctor Angélico es analizada en
profundidad por Garrigou-Lagrange, según el cual, si un niño no bautizado y
educado entre infieles, al llegar al pleno uso de la razón amar eficazmente “el
bien honesto por sí mismo y más que a sí mismo”, estará justificado. “¿Por qué?
Porque de este modo ama eficazmente a Dios, autor de la naturaleza y soberano
bien, confusamente conocido; amor eficaz que en el estado de caída no es
posible sino por la gracia, que eleva y cura”. 29
En efecto, en la admiración por el bien el hombre se torna
semejante al objeto de su admiración. Al contrario, al cerrarse sobre sí mismo,
juzgando en eso encontrar la felicidad, llena su alma de amargura, tristeza y
frustración, pues la desvía de su finalidad suprema que es Dios. “Nos hiciste,
Señor, para ti, y nuestro corazón estará inquieto mientras no repose en ti”, 30
enseña el gran San Agustín.
A través de la admiración por los reflejos del Creador, a ejemplo de María Santísima, Madre de todas las admiraciones, nos identificaremos mejor con Jesús, modelo perfectísimo de todos los hombres. ¡Habrá entrado, la salvación en nuestra casa, por la puerta de la admiración!
A través de la admiración por los reflejos del Creador, a ejemplo de María Santísima, Madre de todas las admiraciones, nos identificaremos mejor con Jesús, modelo perfectísimo de todos los hombres. ¡Habrá entrado, la salvación en nuestra casa, por la puerta de la admiración!
26 KOCH, SJ, Anton; SANCHO, Antonio. Formación
básica del predicador y del conferenciante. La gracia. Barcelona: Herder, 1953,
t.IV, p.304
27 SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, I--II, q.89, a.6.
28 Cf. Idem, III, q.66, a.11, ad.2 e q.68, a.2.
29 GARRIGOU-LAGRANGE, Réginald. El Sentido Común, la
Filosofía del ser y las fórmulas dogmáticas. Buenos Aires: Desclée de Brouwer,
1944, p.338-339.
30 SAN AGUSTÍN. Confesiones, L.I, c.1.
(CLÁ DIAS EP, Mons. João Scognamiglio In: “Lo inédito sobre
los Evangelios” Volumen III, Librería Editrice Vaticana)