[…] IV – Proclamar
la belleza triunfante de la Iglesia
Dos significativos episodios históricos, entre
tantos otros, pueden ilustrar la enseñanza de la liturgia de este domingo.
El filósofo iluminista François-Marie Arouet, más
conocido por el seudónimo de Voltaire, fue uno de los más festejados impíos de
todos los tiempos. Su odio contra la Iglesia lo llevó a afirmar: “Estoy cansado
de oír decir que bastaron doce hombres para implantar el Cristianismo en el
mundo, y quiero mostrar que basta uno para destruirlo”. [19] Pero, el atrevido
ateo murió y la ridícula amenaza cayó en el vacío.
No menos arrogante con la Esposa de Cristo fue Napoleón
Bonaporte. Después de ser ex comulgado por el Papa Pio VI, tuvo la petulancia
de preguntar sarcásticamente al legado papal, Cardenal Caprara, si por causa de
eso se caerían las armas de las manos de los soldados. Según narran testigos
oculares, entre los cuales estaba el Conde de Ségur, fue lo que sucedió durante
la campaña de Rusia: “Las armas de los soldados parecían ser de un peso
insoportable para los brazos entumecidos; en sus frecuentes caídas, se les
escapaban de las manos, se quebraban o perdían en la nieve”. [20]
Meses después, Bonaparte se vio obligado a
firmar el decreto de su propia destitución en el palacio de Fontainbleau, donde
mantuviera cautivo al Vicario de Cristo, y partió para el exilio. Pio VII,
mientras tanto, a quien él llamara despectivamente de “viejo”, reinaría por
casi una década sobreviviendo por dos años al prisionero de la Isla de Santa Elena.
Y, así podríamos multiplicar los ejemplos mostrando “ser una característica de
la Iglesia el vencer cuando es atacada, ser mejor comprendida cuando es
contestada y ganar terreno cuando es abandonada”, según enseña San Hilario de Poitiers.
[21] El padre Monsabré agrega: “muchas veces, en el curso de la Era Cristiana,
se puede ver el Cuerpo Místico del Hijo de Dios a punto de perecer, muchas
veces se puede verlo recobrar la vida y avanzar con paso decidido a los días de
la eternidad”. [22]
Los períodos de persecución
nos invitan a depositar una fe inquebrantable en Cristo y en su Iglesia, pero
también a amarlos de un modo todo especial. “En tiempos de grandes prevaricaciones”,
afirma el Cardenal Gomá, “hasta los buenos se tornan tibios. Sin embargo, en
medio de las deserciones y tibiezas, perseverarán los fuertes, los que guarden
la fe y las buenas costumbres cristianas. Estos se salvarán: “Quien persevere
hasta el final, será salvado” (Mt 24, 13) Siendo constantes, obtendrán la
salvación”. [23]
¡Al situarnos delante de una grandiosa
perspectiva escatológica, el Evangelio de este domingo nos convida a proclamar
la belleza triunfante de la Santa Iglesia, en la confianza plena de quien permanece
filialmente en su seno obtendrá como premio al propio Dios!
(CLÁ DIAS EP, Mons. João Scognamiglio in: “Lo inédito sobre los Evangelios” Vol.
III Librería Editrice Vaticana)
[19] CONDORCET. Vie de Voltaire in OEuvres
completes de Voltaire. Paris: Th. Desoer, 1817, t.I, p.55.
[20] SÉGUR, Conde de, apud HENRION, Barón.
Historia general de la Iglesia. 2.ed. Madrid: Ancos, 1854, t.VIII, p.153
[21] SANTO HILÁRIO DE POITIERS, apud BERINGER,
R. Repertorio universal del predicador. La Iglesia y el Papado. Barcelona:
Litúrgica Española, 1933, v.XVIII, p.241.
[22] MONSABRÉ, OP, Jacques--Marie-Louis.
Retraites pascales. I- La tentation. I- Recherche de Jésus-Christ. Paris:
Lethielleux, 1877-1888, p.319.
[23]Cf. GOMÁ Y TOMAS, Isidro El Evangelio
explicado. Barcelona: Casulleras, 1930, v.IV, p. 113
Texto completo: Comentários ao Evangelho 33º Domingo do Tempo Comum - Ano C