[…] La oración humilde salvó al publicano pecador -
13 El
cobrador de impuestos, sin embargo, quedó distante, y ni se atrevía a levantar
la mirada; pero se golpeaba el pecho diciendo: ‘¡Mi Dios, ten
piedad de mí que soy pecador!’
Actitud, espíritu y palabras completamente
diferentes de las asumidas y formuladas por el fariseo. En el publicano, todo
es humildad, contrición y un pedido de clemencia. Usando una costumbre que ya
no se ve en las Iglesias, se golpeó el pecho sin respeto humano. Contrariamente
a las "modas piadosas" de hoy, nada de liviandad de espíritu, de disipación
o de perpetua agitación; hablaba con Dios. Bien diferente a otros que ahora
entran a las iglesias sin siquiera haber hecho una oración. El publicano nos da
muchos ejemplos, incluido el meollo de su solicitud: "Dios mío, ten piedad
de mí, porque soy un pecador".
Sentencia
pronunciada por Jesús
14 Yo os
digo: este último volvió justificado para su casa, el otro no. Aquel que se
eleva será humillado, y quien se humilla será elevado”.
"Al momento de entrar al Templo, los dos
personajes, aunque pertenecían a diferentes categorías religiosas y sociales,
eran, en el fondo, muy similares. Al momento de salir, son radicalmente
diferentes. Uno estaba ‘justificado’, o sea, era justo, perdonado, estaba en
paz con Dios, había sido renovado. El otro permaneció como era al principio;
más aún, quizá haya empeorado su posición frente a Dios. Uno obtuvo la
salvación, el otro no”. (12)
Fijemos bien nuestra atención: aquí se trata de
una sentencia pronunciada por el infalible y soberano Juez, el propio Hijo de
Dios, no pocas veces diferente a la de los hombres. Si, sin las luces de la gracia, fuéramos
llamados a elegir a uno de los apóstoles para convertirse en el primero de los
pontífices de la Santa Iglesia, no sería exagerado imaginar que a unos juzgaríamos pretenciosos, a otros poco activos, al propio Pedro, exagerado e imprudente.
Quizás, antes de convertirse en traidor, no habríamos elegido a Judas por su
gran discreción, seguridad y habilidad en las finanzas, tanto más que había
criticado a Magdalena por malgastar el dinero en perfumes para el Maestro,
habiendo muchos pobres y necesitados. Por esto nos damos cuenta de lo que sería
la Iglesia si no fuese por la acción del Espíritu Santo; y qué será de nosotros
si no nos sometemos a sus inspiraciones.
III –
La humildad llevó al Cielo un ladrón
La liturgia de este domingo nos puede ser muy
útil para un provechoso examen de conciencia para saber si somos humildes como
el publicano. ¿O habrá en nuestras almas
algo del espíritu farisaico? Cualquiera sea el resultado de ese examen de
conciencia, recordemos que: “La humildad llevó al Cielo un ladrón, antes de los
Apóstoles. Ahora, si está unida a los
crímenes, ella es capaz de mucho, ¿cuál sería su poder si estuviera unida a la
justicia? Y si la soberbia es capaz de quebrar la justicia, ¿qué no conseguirá
en caso de aliarse al pecado?” (13)
12) CANTALAMESSA, Pe. Raniero. Echad las Redes -
Reflexiones sobre los Evangelios - Ciclo C, EDICEP C.B., Valência, 2003, p.
333.
13) A LÁPIDE, Cornélio. In Luc.
13) A LÁPIDE, Cornélio. In Luc.
(CLÁ DIAS EP, Mons. João Scognamiglio In: “Lo inédito sobre los Evangelios”,
Librería Editrice Vaticana)