En un accidente consecuencia
de "ceguera atencional", transformándonos en "dementes
digitales", o dejando morir al que estamos filmando...
Viajando, hace unas semanas, a la ciudad de Guatemala, me sorprendió un enorme cartel con el dicho que titulé este artículo: “El celular te puede matar”.
¡Vaya propaganda de advertencia! Es
claro que, apenas pasado el primer pensamiento, uno se da cuenta que es una
enseñanza, por un lado, y una advertencia, por el otro, para que las personas
no cometan la tan acostumbrada imprudencia de estar manoseando su celular
mientras maneja.
¿Cuál ha sido “el primer pensamiento”
que me vino a la mente en ese momento? En un rápido pasar de ideas, de
informaciones, de situaciones que estamos viendo a todo momento, me hizo
reflexionar la frase: “El celular te puede matar”.
Exageración, podrá decir uno. Serán
casos extremos, fuera del común vivir de los hombres y mujeres que, a todo
momento, en todo lugar o situación, están con…su celular en la mano.
Bueno, en el mundo hay exageraciones,
también investigaciones y resultados, que pueden ser consideradas como válidas
o completamente fuera de la realidad. Penetremos en este mundo a ver qué
concluimos.
En un estudio de la
Universidad de Utah, los psicólogos David Strayer y Jason Watson señalaron que
“la posibilidad de un accidente automovilístico puede ser tan alto para
aquellos que, mientras conducen, hablan por teléfono o mandan mensajes de
texto, como para conductores que habían tomado más alcohol del permitido por la
ley”. El resultado certifica que distinguen menos de la mitad de los detalles y
situaciones que se les presentan, debido a lo que califican de “ceguera atencional”. Quedaba patente
que detectaban la mitad de los estímulos y tenían un tiempo de reacción más
lento a las luces de freno del carro de adelante, según nos relata Facundo
Manes neurólogo y neurocientífico (El País 21–12–2015). Es una “muerte” parcial
la que se produce, no tan lejos de la fuerte frase del cartel que me impactó.
Pero, ¿será sólo eso?
Otro fenómeno que ocurre, en la línea
de “muerte” es lo que están llamando neurólogos como “demencia digital”. Con los
años nos acontece - y no pocos lo dicen -, que se retienen menos los números de
teléfono, las fechas de cumpleaños, las direcciones, las citas que nos
comprometimos. En los días de hoy, eso se ve también
en los jóvenes. Lo consideran un trastorno cognitivo, fruto de que todo, teléfonos de
contacto, agenda, notas ayuda memoria, reloj, lo guardamos en el celular. Más
aún, si tenemos una duda, o queremos saber algo, lo “googleamos”, como se dice
vulgarmente. Todo a mano inmediatamente, con sus consecuencias.
Manfred Spitzer, psiquiatra y
neurocientífico alemán, expone en su libro “Demencia digital” ejemplos
cotidianos, donde pretende demostrar cómo, el uso de nuevas tecnologías,
afectan nuestro cerebro sin que nos demos cuenta.
Según Spitzer, si utilizamos nuestro
cerebro, este crece, pero si no se utiliza, se atrofia. No solamente ocurre la
pérdida de la memoria con la edad; en realidad, debido a la falta de ejercicio
del cerebro, que ha sido suplantado por las tecnologías, provocaría -según esta
teoría- la "demencia digital".
Hay una repercusión en la capacidad
cognoscitiva, sea la concentración, la atención, el lenguaje, la agilidad
visual, la memoria, etc., lo que algunos llaman de “efecto Google”. Vivimos sobrecargados de información, pero la misma, dice el
psiquiatra, no es conocimiento, el “Google no es parte del conocimiento”. La
información quedará en la “nube”, no en nuestra inteligencia (El Mundo, 28-10-2016).
Morir físicamente o “morir”
psicológicamente, es grave; dejar morir a otro, también llena de preocupación.
Una expresiva viñeta, titulada singularmente “sociedad del espectáculo”,
mostraba el brazo de un hombre ahogándose, pidiendo auxilio, de un lado; del
otro, en tierra firme, unas cinco personas filmando el momento con su celular.
¿Una realidad? ¿Una mera caricatura
de algo que no ocurre?; pues, hace pocos meses hemos tenido oportunidad de leer
la triste noticia de un avión ruso que aterriza de emergencia, prendiéndose
fuego la parte trasera del mismo. Un pasajero optó por filmar, con su celular,
el interior del avión antes de saltar por la puerta de emergencia delantera,
aparecen llamas y se oyen los gritos de terror de los que no pudiendo salir;
quedarían calcinados 41 pasajeros… (El País,
6-5-2019).
El celular nos puede matar, si
manejamos y cometemos la imprudencia de usarlo en esa circunstancia. El celular
nos puede matar dejándonos “dementes digitales”, si no lo usamos con
moderación. El celular de otros nos puede “matar”, dejándonos morir, si filman
nuestros últimos momentos, en vez de socorrernos.
Otra reciente noticia - que nos hace
ponderar y hasta
dar risa - es un modelo de representación corporal en 3D, creado por la
empresa de sistemas telefónicos virtuales “Toll Free Forarding”; mostrando cómo
podrían evolucionar las características físicas del ser humano obsesionado por
las tecnologías hacia el 2100. El prototipo, que le pusieron de nombre “Mandy”,
aparece en una posición que no es tan alejada de tanta gente que vemos a
nuestros alrededores. Acabará teniendo la espalda encorvada, mano con la forma
de agarrar el celular, el cuello se encogería, y… un cerebro más pequeño. (El
Horizonte, México, 24 septiembre 2019).
¿Será sólo una posición física? Más
grave aún lo considera el psicólogo alemán Spitzer afirmando
que, de continuar esta tendencia, muchos jóvenes adictos digitales no serán
inteligentes y tendrán un perfil más deprimido, más solitario, más insatisfecho
con la vida. Advierte que, la sobreutilización de
las tecnologías digitales a edades tempranas derivará en demencia en la vejez: “porque el cerebro no ha sido
entrenado. Si no adquieren determinadas capacidades a los 20 o 25 años no las
adquirirán nunca” (El Mundo, 26-10- 2019).
Usemos con mesura y dominio las redes; que no nos suceda de caer en la llamada: “esclavitud digital”.
Usemos con mesura y dominio las redes; que no nos suceda de caer en la llamada: “esclavitud digital”.
P. Fernando Gioia, EP
Heraldos del Evangelio
www.reflexionando.org
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