La
virtud de la obediencia
Siendo Dios el Señor de toda la Creación, los seres inteligentes –ángeles y hombres- tienen la obligación de reconocer, amar y servir este señorío. Los inanimados así proceden físicamente, y los irracionales, de forma instintiva. Él es Señor de todas nuestras facultades y, sobre todo, de nuestro entendimiento y voluntad.
Por
eso San Juan de la Cruz ha dicho que en el atardecer de esta vida seremos
juzgados según el amor, porque estamos obligados a querer lo que Dios desea que
queramos (1).
Ahora
bien, en el orden del universo se incluye la voluntad del hombre que,
libremente, debe estar en armonía con la de Dios por la virtud de la obediencia
(2). Esta última no es una virtud superior a las teologales: Fe, Esperanza y
Caridad. No obstante, es un medio rápido para unirnos a Dios y ser
agradecidísimos a Él. A través de ella hacemos una entrega en sus adorables
manos con más valor si hiciésemos cualquier sacrificio (3): “Aquel que dice
conocerlo y no guarda sus mandamientos, es mentiroso (…) Pero quien guarda su
palabra, en éste el amor de Dios es verdaderamente perfecto. Ni sufrir el
martirio, ni distribuir a los pobres todos los bienes, tiene algún mérito, si
no se ordenan al cumplimiento de la voluntad divina” (4).
Allí
está bien enfocada la invitación a la práctica de la obediencia que se nos hace
en la Liturgia de este XXI Domingo del Tiempo Ordinario: en la primera Lectura,
con las palabras de Josué: "En cuanto a mí y mi familia, serviremos al
Señor" (Js 24, 15), obteniendo del pueblo la respuesta: "También
serviremos al Señor, porque Él es nuestro Dios" (24,18); también en la
epístola de Pablo: “Someteos unos a otros, en el temor de Cristo (…) Cristo
también es la cabeza de la Iglesia, su Cuerpo (…) como la Iglesia se somete a
Cristo (…) como Cristo también amó la Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5,
21-25); y sobre todo en el Evangelio, a propósito de la fe, causándonos
perplejidad aquella apostasía de “muchos discípulos”, que se negaron a creer y,
en consecuencia, a obedecer.
Excelente ocasión de un examen de conciencia para quien vive en nuestra época, que debe preguntarse: ¿Cuál es el grado de fe y sumisión a Dios, a la Iglesia y al Evangelio, del hombre de los tiempos actuales? ◊
Fuente:
Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II,
Librería Editríce Vaticana.
1) Cfr. Suma Teológica II-II, q. 104 a.4 ad 3.
2) Id. a. 1 e 4.
3) Id. a. 3 ad 1.
4) Id. a. 3.
Monseñor João S. Clá Dias, EP
es fundador de los Heraldos del Evangelio.
Se autoriza su publicación
citando la fuente.
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