¡Vivamos de la
Eucaristía!
Entre las maravillas de Dios, la sagrada Eucaristía ocupa una posición cumbre. Es el misterio de amor más sublime, que eleva el corazón del hombre a las alturas de la fe, abrasándolo en llamas de caridad. No obstante, para alzarse tan alto es necesario secundar la atracción del Padre, al mismo tiempo suave y potentísima, que se dirige a todos los hombres, aunque algunos logren rechazarla.
Los
hombres carnales se vuelven insensibles e inamovibles en relación con la
atracción de Dios porque están apegados a las cosas de la tierra. Sus espíritus
son mediocres, viciados en la trivialidad de la rutina cotidiana, anclados en
el pasajero disfrute de esta vida. En la mejor de las hipótesis, son falsos
devotos, pues buscan el auxilio divino de forma espuria, con miras a realizar sus
ambiciones o saciar sus instintos animalescos. Entre el número de ellos estaban
los oyentes de Jesús en aquel sublime discurso a orillas del mar de Galilea y
por eso rechazaron sus palabras.
Los
hombres espirituales, a su vez, vuelan como las águilas, hacen del Cielo su
meta, quieren sobre todas las cosas agradar a Dios, y sólo a Él. Por lo tanto,
se dejan atraer por el Padre de las luces y se regocijan al ser bañados por su
fulgor. Esta clase de almas adhiere fácilmente a las verdades de la fe, incluso
a las más elevadas, amándolas con todo su ser.
Esta
gloriosa cohorte de hijos de Dios vive de la Eucaristía y para ella, la adora
frecuentemente, participa con asiduidad del santo sacrificio, acercándose a la
comunión llenos de fervor. Son hombres y mujeres ardorosos de fe, dispuestos a
cualquier sacrificio para ver al Señor triunfando sobre sus enemigos. Y esa
bendita hilera de personas era la que el divino Maestro tenía proféticamente en
mente al revelar el misterio de su presencia real en las especies del pan y del
vino.Ceremonia de Corpus Christi celebrada en mayo de 2024, en la basílica de Nuestra Señora del Rosario, Caieiras (Brasil)
Querido lector, únase a los buenos y será uno de ellos. Forme parte de la milicia de la Eucaristía, tenga corazón y alas de águila para volar hasta el pináculo del amor y de la fe, adquiera la fuerza del león para amarlo con todas sus fuerzas y defenderlo con audaz constancia. Entonces, será feliz en esta tierra en medio del combate y reinará con Jesucristo para siempre en el Paraíso celestial. ◊
Fuente:
Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II,
Librería Editríce Vaticana.
Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio
Ilustración principal: La Última Cena (detalle) - Iglesia de San Rafael, Springfield (Estados Unidos)
Se autoriza su publicación
citando la fuente.
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