I – Antecedentes.
Los apóstoles retornaban junto al Divino Maestro, llegados de grandes actividades y predicaciones coronadas de éxito, a pesar de algunos probables contratiempos. A la alegría del rencuentro se sumó el deseo de narrar a Jesús “todo lo que habían hecho y enseñado” (1), ciertamente en una atmósfera de mucha alegría, debido a la insuperable y paternal acogida de quien los oía. Era la primera vez que se alejaban de Jesús para ejercer misiones apostólicas, a partir de las cuales ya no irían más a la búsqueda de peces, debatiéndose contra vientos y tempestades, sino a la conquista de almas para el Reino de Dios.
No pequeña debe haber sido su
emoción al sentirse capaces de expulsar numerosos demonios, invitar a todos a
la penitencia y curar muchos enfermos. Las impresiones y recuerdos hicieron que
los apóstoles fueran más expansivos.
Jesús los oyó, los felicitó por
el éxito y alimentó en sus almas la esperanza de un futuro brillante y
promisorio. El fervor de novicio alentaba con alegría y consolaciones aquellos
corazones recién convertidos, sobre todo por la satisfacción de haber cumplido
con celo la misión que les fue encomendada. Jesús notó, sin embargo, cuánto
necesitaban un buen descanso (2). […]
Conclusión
“Nada de grande se hace de
repente”, dice un proverbio latino. El más excelso de todos los sacramentos, la
Eucaristía, sería precedido por las bellas prefiguras, en una larga preparación
de la humanidad a través de los siglos. En el Antiguo Testamento, una de las
más expresivas fue el maná caído del cielo para los hebreos, durante los
cuarenta años de travesía por el desierto, en busca de la tierra prometida.
En el Evangelio de este domingo,
vemos al Divino Maestro multiplicar los panes para hacer patente su imperio
sobre ese alimento. Inmediatamente, Él caminará sobre las aguas en un mar encrespado
(11), con el fin de dejar evidente cuánto dominaba su propio cuerpo. Así, los
presupuestos para la institución de la Eucaristía se fijaron en quienes le
seguían, especialmente en las almas de los Apóstoles.
Por otra parte, el rico sabor y
la buena calidad de los panes y peces distribuidos por Jesús, dejaron a la
multitud ansiosa por comerlos nuevamente (12). Y cuando Jesús dijo a aquellos
beneficiados por el milagro: “Moisés no os dio el pan del Cielo (…) el pan que
baja del Cielo y da la vida al mundo”, ellos luego le pidieron: “¡Señor, dadnos
siempre de este pan!” (13).
La didáctica de Jesús es insuperable, iluminando así la inteligencia de sus discípulos, tocando sus corazones y moviendo sus voluntades hacia un ardiente deseo por la Eucaristía. Método perfecto, tal cual lo recomienda Santo Tomás de Aquino (14).
Mons. Joao Clá, EP durante la celebración eucarística. |
Después de eso, con autoridad
soberana y divina unción, Él declara: “Yo soy el Pan de Vida. Vuestros padres
comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el Pan bajado del Cielo
para que quien lo coma, no muera. Soy el Pan vivo bajado del Cielo. Quien coma
de este Pan vivirá eternamente; y el Pan que yo daré es mi carne para la
salvación del mundo” (15).
¿Quién más podría unir la autoridad
grandiosa a la total sencillez? Con mucha propiedad, se expresa Bossuet sobre
este aspecto de Jesús: “¿Quién no admiraría la condescendencia con que ameniza
la elevación de su doctrina? Es leche para los niños y, al mismo tiempo, pan
para los fuertes. Lo vemos lleno de los misterios de Dios, pero vemos que no
está sujeto como los otros mortales a quienes Dios se comunica: habla de ello
naturalmente, como si hubiera nacido en ese secreto y en esa gloria; y lo que
Él tiene sin medida (Juan III, 34), Él lo da con mesura, para que nuestra
debilidad pueda sobrellevarlo” (16).
Por esto, importa convencernos
en que nos dejemos conducir por las enseñanzas de Jesús, pues Él no quiere sino
nuestra felicidad eterna y con prodigalidad: “¡Yo vine para que tengan vida, y
la tengan abundantemente!” (17).
1) Mc 6, 30. 2) Mc 6, 31. 11) Jo
6, 17 a 21. 12) Jo 6, 26. 13) Jo 6, 32-34. 14) Summa Theologica, II-II, q. 177,
a.1. 15) Jo 6, 48-51. 16) Discours sur l’Histoire Universelle, P. II, c XIX 17)
Jo 10, 10.
Fuente: Trechos de “O inédito sobre os Evangelhos” de
autoria de Mons. João S. Clá Dias
[Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio]
Se autoriza su publicación citando la fuente.
Ilustración superior: el milagro de la multiplicación de los panes, óleo de Gianni Lanfranca.
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