[…] “La vida del hombre sobre la tierra es una lucha”
Esto tiene su aplicación en la vida espiritual, y con mayor razón.
Nuestra alma precisa ejercitarse constantemente en la virtud con el fin de
adherir al bien con todas las fuerzas, para que las dificultades, sobre todo la
tentación, contribuyen con un importante estímulo, como lo recuerda San
Agustín: “Nuestra vida en este destierro no puede existir sin tentación, ya que
nuestro progreso es llevado a cabo por la tentación. Nadie se conoce a sí mismo
si no es tentado; ni puede ser coronado si no vence; ni vence si no pelea; ni
pelea si le faltan enemigo y tentaciones”.
Jesús es tentado por el diablo, de mil modos |
La Liturgia de este 1er. Domingo de Cuaresma nos enseña a reconocer la
necesidad y el valor de la tentación. […]
Nuestra fuerza está en la
gracia
Frente a la tentación, debemos creer en la fuerza de Nuestro Señor
Jesucristo y no en la nuestra. En el desierto, el diablo quiso convencerlo de
cuanto Él era poderoso, capaz y apto para estar en el centro de los
acontecimientos, y hace lo mismo con nosotros incitándonos, por el orgullo, a
olvidar la gracia y la vida interior, imprescindibles para resistir. Por esto
la necesidad absoluta de aproximarnos a los Sacramentos con la mayor frecuencia
posible, de “orar siempre y jamás dejar de hacerlo” (Lc 18, 1); de recurrir a
la mediación de la Santísima Virgen y a la intercesión de los santos; de tener
a lo largo de todo el día, nuestra primera atención puesta en lo sobrenatural,
como San Pablo: “Mi vida presente, en la carne, yo la vivo en la fe en el Hijo
de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 20). Obtendremos fuerzas para
enfrentar todos los problemas, pues quien es negligente en su vida interior
pierde el principal instrumento de combate. El Apóstol, confiando en la ayuda
divina, no se sentía intimidado por ninguna adversidad: “¿Quién nos separará
del amor de Cristo? ¿La tribulación? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre?
¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? Realmente está escrito: ‘Por amor a ti
somos entregados a la muerte el día entero; somos tratados como ganado
destinados al matadero’. Pero, en todas estas cosas, somos más que vencedores
por la virtud de Aquel que nos amó. Estoy persuadido que ni la muerte, ni la
vida, ni los ángeles, ni los principados, ni el presente, ni el futuro, ni las
potestades, ni las alturas, ni los abismos, ni otra cualquier creatura nos
podrá apartar del amor que Dios nos testimonia en Cristo Jesús Nuestro Señor”
(Rm 8, 35-39).
¡Si un niño recién bautizado tiene más poder que todos los infiernos
reunidos, los que poseen la vida divina nada deben temer! Cuando el enemigo nos
asalta, unámonos aún más a Nuestro Señor Jesucristo, animados por la lección de
este inicio de Cuaresma: para vencer todas las tentaciones es indispensable
contar con la gracia divina.
La Cuaresma se inició con la celebración del Miércoles de Cenizas |
(CLÁ DIAS, Mons. Joao Scognamiglio In: “Lo Inédito sobre los Evangelios” Vol. I, Librería Edítrice Vaticana)
Texto original en: Comentários ao Evangelho 1º Domingo da Quaresma - AnoA - Mt 4, 1 - 11