[…] No
había llegado el momento de manifestarse como el Hijo de Dios.
23
Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y predicando el Evangelio
del Reino de Dios, y curando todas las enfermedades entre el pueblo.
Es rica en contenido la apreciación hecha por
los Profesores de la Compañía de Jesús, a propósito de este versículo 23: “El
evangelista resume en estos pocos versículos la misión de Cristo en Galilea: En
los capítulos siguientes (5-7) él nos lo va a presentar primero como un gran
doctor anunciado por los profetas y, después (8-9), como taumaturgo que hace toda
clase de milagros para confirmar la veracidad de su doctrina. Aquí, en general,
nos dice que Jesús recorría los poblados de Galilea, sin duda acompañado de los
discípulos que acababa de escoger, enseñando la Buena Nueva –es este el
significado de la palabra Evangelio-, la cual era la venida próxima del Reino
de los Cielos (v. 17). Predicaba, como anota el evangelista, en las sinagogas. […]
Predicaba también, como insinúa el evangelista y veremos más adelante, en los
campos y en las plazas. Confirmaba la verdad de su doctrina con milagros, que
eran al mismo tiempo obras de caridad, curando toda especie de enfermedades. Esas
curas milagrosas eran una de las características del Mesías anunciada por los
profetas, especialmente por Isaías (35, 5-6)” 10.
La convicción de Jesús en relación a su papel de
Mesías jamás podrá ser puesta en duda. Su simple genealogía sería suficiente
para demostrarlo; sin hablar, entonces sobre las revelaciones hechas por San Gabriel,
tanto a la Virgen Madre cuanto a Zacarías, la presencia de los pastores en el Pesebre,
la visita de los Reyes Magos y la propia respuesta dada a María al reencontrarlo
en el Templo: “¿No sabéis que es preciso que yo cuide los intereses de mi Padre?”
(Lc 2, 49). Estos hechos evidencian cuán grande y exacta era la compenetración
que Él poseía en relación a su misión.
Decapitación de San Juan Bautista |
Sin embargo, si de un lado la conciencia al
respecto de los fines –inmediato y último – era clarísima ab initio y nunca creció ni, menos aún, disminuyó, su manifestación
a los otros fue progresiva. Aquí en la Galilea encontramos el Divino Maestro en
una etapa inicial.
Era no sólo prematuro, sino hasta imprudente,
revelar en todo o en parte su divinidad. Sólo mucho más tarde –unos dos años
después del Bautismo en el río Jordán- Pedro proclamará su filiación divina,
por pura revelación del Padre, e inmediatamente, los apóstoles recibirán la
orden de mantener el asunto en sigilo.
La misma norma de conducta será impuesta a los
demonios de los posesos (cf. Lc 4, 33-41, etc.) y a los propios
enfermos milagrosamente curados (cf. Mt 12, 16, etc.). Y si así no fuese, el
resultado sería incontrolable, debido a la fuerte impresionabilidad de las
multitudes a propósito de un Mesías político. En
vista de la reacción de la gente después de la multiplicación de los panes (cf.
Juan 6, 14-15).
En el último año de su vida pública, la
manifestación será rodeada de un esplendor exuberante. Pero, en este período de
Galilea, “el Evangelio del Reino de Dios” es predicado por el Hijo del hombre a
una opinión pública con insuficiente fe para reconocer la infinita grandeza del
Hijo de Dios.
10) La Sagrada Escritura — Texto y comentario
por Profesores de la Compañía de Jesús. Madrid: BAC, 1961, p. 54.