Alimento que
comunica la virtud vivificadora
Recurramos
a la ciencia teológica y al talento de Dom Guéranger para explicitar mejor los
efectos maravillosos y sobrenaturales de la Eucaristía, en aquellos que la
reciben en condiciones dignas. Como lo es el alimento para aumentar y sostener
la vida, explica, la Palabra de Dios “se convirtió en alimento vivo y
vivificante, bajado de los Cielos. Al participar Él mismo de la vida eterna,
que extrae directamente del seno del Padre, la carne del Verbo comunica esta
vida a quienes se alimentan de ella. Aquello que es corruptible por su
naturaleza, como dice San Cirilo de Alejandría, no puede ser vivificado a no
ser por la unión corporal al cuerpo de aquel que es vida por naturaleza. Del
mismo modo que dos trozos de cera fundidos por el fuego pasan a ser un solo,
así sucede con nosotros y con el Cuerpo de Cristo, debido a la participación en
su Cuerpo y Sangre preciosos […] Como un poco de levadura, dice el Apóstol,
toda la masa sube (1 Co 5, 6), así este Cuerpo, penetrando en el nuestro,
transforma el todo en sí mismo. Así como nada puede penetrar en nuestra
sustancia corporal excepto a través de la comida y la bebida. Este es el
camino, propio de su naturaleza, por el cual nuestro cuerpo adquiere la virtud
vivificante”. [1]