Imagine si hoy Jesús entrase en los hospitales modernos, en las CTI y viese todos aquellos enfermos en sus camas. ¿Qué diría Jesús al ver las angustias y la desesperación de aquellos enfermos?
¡Basta
tener fe!
Al operar la curación milagrosa de la hemorroísa [*] y la
resurrección de la hija de Jairo, Jesús nos enseña que se conceden grandes
gracias a los que tienen más fe.
Amor
humano de magnitud infinita
Por
causa de la culpa original y de los pecados actuales, las puertas del Cielo
estaban cerradas para nosotros y merecíamos la muerte eterna. Sin embargo, el
Verbo, encarnado, experimenta en su humanidad sentimientos de inmensa compasión
hacia nosotros. ¿En cuántas ocasiones, al ver a un ser querido partir de este
mundo, no desearíamos haber muerto en su lugar? Ahora bien, Nuestro Señor
Jesucristo nos amó tanto que se dio a sí mismo por nosotros y nos redimió con
su sacrificio, dándonos acceso a la vida verdadera. Meditar en esta maravilla
nos proporciona un beneficio monumental, porque con frecuencia somos asaltados
por aflicciones, tentaciones, miedo, y a veces incurrimos en delitos funestos;
pero si Nuestro Señor cura, resucita y perdona, Él tiene poder para aminorar
nuestros problemas y levantarnos de cualquier caída. ¿Qué es necesario de
nuestra parte? “¡Basta tener fe!”
La
hemorroísa, figura del pecador que aún tiene fe
En
este sentido, la hemorroísa, que “empeoraba cada vez más”, es imagen de aquel
que, privado del flujo vital de la gracia y de la energía sobrenatural, después
de cometer una falta grave, va detrás de falsos remedios y busca la felicidad
donde ella no está, uniéndose a malas amistades y optando por ciertos
relacionamientos que lo desvían del buen camino. Y cuanto más se esfuerza por
satisfacer sus antojos, más se agota y se aleja de lo que busca engañosamente;
el brillo de la inteligencia y la fuerza de voluntad disminuyen; el dinamismo
del alma se debilita. Perdidas las virtudes y los dones, por el pecado, les
resta apenas un remanente de esperanza y un “tendón” de fe. A medida que reincide
en nuevas transgresiones, éstos también van apagándose poco a poco.
Para
evitar que esto suceda es indispensable que, si caemos, nos arrepintamos y
digamos suplicantes: “Señor, yo merezco todos los castigos y, quizá, el
infierno. Pero pido perdón de mis crímenes con fe ardorosa en vuestro poder”.
Tengamos confianza que Jesús siempre está dispuesto a curarnos, no sólo de los
males físicos, pero sobre todo de los morales, restaurándonos en el alma la
inocencia, como restituyó la salud a la hemorroísa. Hasta tal punto se preocupa
en dinamizar el alma, más que el cuerpo, que Él no dio a la Iglesia algo al
estilo de un cajero automático para curar enfermedades, en el que los enfermos
se arrodillan y salen restablecidos. Instituyó sí, el sacramento de la Penitencia
o Reconciliación, con el cual no contaron los eminentes varones del Antiguo
Testamento. En aquel entonces, nadie podía recurrir a un sacerdote para
acusarse de sus faltas y ser absuelto, con la certeza de quedar limpio de toda
culpa. ¡Qué gran don el Divino Redentor puso a nuestro alcance!
La cura de la hemorroísa. Catacumbas de Marcelino y Pedro (Roma) |
Siguiendo
el ejemplo de los protagonistas del pasaje del Evangelio de este 13° Domingo
del Tiempo Ordinario, aproximémonos a Nuestro Señor y Él nos prodigará sus
favoreces. En el sacramento de la Eucaristía, más que estrechar la mano que
levantó a la niña [la hija de Jairo] de su lecho de muerte o tocar el manto
cuyo toque devolvió la salud a la mujer, cada uno de nosotros recibe a Jesús en
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. ¿Si Él se da por entero a nosotros, no habrá
de curarnos las miserias, solucionar las dificultades espirituales, inclusive
suplir las carencias materiales? ¡Roguemos a Jesús, por intercesión de María,
una fe mayor que la de la hemorroísa y la de Jairo, para beneficiarnos de todos
los tesoros que en su misericordia Él quiere concedernos! ◊
[*Hemorroísa:
es una mujer con desarreglo menstrual. En los tiempos de Jesús esta enfermedad
era considerada vergonzante.]
Fuente:
Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II,
Librería Editríce Vaticana.
Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio
Ilustración principal: La resurrección de la hija de Jairo.
Se autoriza su publicación citando la fuente.
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