Con mucha claridad, objetividad y discernimiento Fray Manuel de Tuya OP (de quien guardo nostálgicos recuerdos) nos explica este versículo. Él destaca que la intención de Jesús no es recriminar “los motivos racionales de la fe”, ni las personas a las cuales se había mostrado. Era, sí, bendecir “los fieles futuros que aceptasen, por tradición continua, la fe de aquellos que Dios ‘escogiera’ para ser ‘testigos oficiales’ de su resurrección y para transmitirlas a otros. Es lo que Cristo pidió en la ‘Oración Sacerdotal’: “No ruego sólo por estos [los apóstoles], sino por todos lo que por su palabra han de creer en Mi’ (Juan 17, 20)” [12].
30 Jesús realizó otras muchas señales delante de los
discípulos, que no están escritos en este libro. 31 Sino que fueron escritos
para que creáis que Jesús es el Cristo,
el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis la vida en su nombre.
En vista del escándalo de la Crucifixión, los
Apóstoles necesitaban esa ayuda. Después de comprobar los mayores milagros
efectuados por el Divino Maestro, lo vieron preso, flagelado, preferido a un
Barrabás, levantado en el Madero entre dos criminales y muerto con el rechazo
general. Aquellos elegidos por el Padre para ser heraldos no sólo de la Pasión,
sino también de la Resurrección, necesitaban ver al Mesías en su sagrado cuerpo
glorificado. La incredulidad de ellos, culposa o no, debe ser tomada como
extremadamente ventajosa para nosotros: "Para que creáis". En su
sabiduría eterna e infinita, la Providencia Divina concibió a estos
insuperables testigos, estos primeros heraldos del Evangelio. Para nosotros
ellos vieron, para nosotros fueron probados, para nosotros creyeron, para
nosotros ellos escribieron. Y ahora ha llegado nuestro turno de dar testimonio
y, si no creemos, no tendremos excusas.
Estamos destinados a la bienaventuranza de creer sin haber visto y, de este modo, ingresar en la vida eterna.
En este mundo ateo, relativista e impregnado de
egoísmo, dirijamos nuestra mirada hacia la Santísima Virgen que jamás dudó en la
fe, o en cualquier otra virtud, e imploremos su poderosa intercesión para
obtener de su Hijo resurrecto gracias eficaces y superabundantes para practicar
en grado heroico las virtudes teologales y cardinales. O sea, para alcanzar una
plena santidad de perfil mariano.
[12] Biblia Comentada, BAC, Madrid, 1964, v. II, p.
1316.
(CLÁ DIAS EP, Mons. João Scognamiglio. In: “Lo inédito sobre los Evangelios” Vol. III, Librería Editrice Vaticana)
Ilustración superior: Jesús se aparece resucitado a los Apóstoles.
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