El Tiempo de Adviento se compone de cuatro semanas, representando los siglos y los milenios que esperó la humanidad por la venida del Redentor. En este período, todo en la Liturgia se reviste de austeridad –se omite el Gloria, los ornamentos son violetas y las flores no adornan el interior de los templos- para recordar “nuestra condición de peregrinos, anclados aún en la esperanza”, como afirma el famoso liturgista Manuel Garrido. [6]
El motivo de estar
dedicado el Evangelio de este primer domingo a la segunda venida de Nuestro
Señor es explicada por Mons. Maurice Landrieux, obispo de Dijon: “La Iglesia
nos habla del fin del mundo, o sea de los Novísimos, para recordarnos el
sentido de la vida, desapegarnos del pecado y animarnos a la práctica del bien.
Dios nos creó para la vida eterna. No tenemos morada permanente en esta tierra:
aquí estamos de pasada, camino al Cielo”. [7]
Por eso, desde el
inicio de la celebración eucarística, la Iglesia reza esta oración: “Concede a
tus fieles el deseo ardiente de poseer el Reino Celestial. Para que con
nuestras buenas obras al encuentro de Cristo, que viene, seamos reunidos a su
derecha en la comunidad de los justos”.
En esta apertura del
año litúrgico, tenemos dos preparaciones: una para conmemorar dignamente el
nacimiento de Jesús en Belén; la otra para el grandioso acto de cierre de la
Historia humana, que es el Juicio Final. Pues “el recuerdo de la última venida
de Nuestro Señor Jesucristo, inspirándonos un saludable temor que nos aparta
del pecado y nos conduce al bien, nos prepara también para celebrar santamente
la primera venida”.[8]
En la segunda y
tercera semanas son considerados aspectos del Precursor; y en la última
Liturgia trata de una preparación más directa para el nacimiento del Redentor,
considerando toda la espera y las oraciones de la Santísima Virgen, de los
patriarcas, de los profetas, como factores que aceleraron la venida del Mesías
a la tierra.[…]
IV – La “tercera venida”
La Liturgia del
Primer Domingo de Adviento [este domingo 28 de noviembre] es toda ella
penetrada por la perspectiva de la conmemoración de la primera venida de
Nuestro Señor, con su nacimiento en la gruta de Belén, y por la preparación de
la segunda, que se dará en el fin del mundo para juzgar a toda la humanidad.
De acuerdo a San Bernardo de Claraval, sin embargo, son tres las venidas de Nuestro Señor: “La primera, cuando Él vino por su Encarnación; la segunda es cotidiana, cuando Él viene a cada uno de nosotros, por su gracia; y la tercera, cuando vendrá a juzgar el mundo”. [28] En otro trecho, especifica el Doctor Melifluo que el segundo adviento de Cristo es oculto y “solamente los electos lo ven en sí mismos, y con él salvan sus almas”. Él está viniendo continuamente a nosotros para ser “nuestro reposo y consuelo”. [29]
Mons. João S. Clá Dias, EP |
De este modo, a cada
momento somos llamados a tener un encuentro con Jesús. Será sobre todo, en la
Eucaristía. Pero también, por ejemplo, al meditar este Evangelio del Primer
Domingo de Adviento, o escuchando una palabra inspirada de algún ministro de
Dios. Por esto, nuestra vida debería en realidad girar en torno de una Navidad
permanente, que se iniciase al despertar en la mañana y no terminase ni al
dormir en la noche, porque para todo dependemos de la gracia de Dios y debemos
estar continuamente esperando el auxilio que procede de Él.
Quedemos atentos y
aprovechemos estas valiosas invitaciones de la gracia, para estar en
condiciones de recibir, sin pavor ni desesperación, pero con júbilo, el justo
Juez que descenderá del Cielo en toda su pompa y majestad y dirá a aquellos que
en esta tierra confiaron en su misericordia y cumplieron sus mandamientos:
“Vengan benditos de mi Padre, tomen pose del Reino que tienen preparado desde
la creación del mundo” (Mt 25, 34). Quien tenga siempre en vista este fin,
tendrá ánimo redoblado para practicar la virtud y comparecer sin temor al
encuentro definitivo con Nuestro Señor Jesucristo.
¡Preparémonos, por
tanto, porque Él vendrá cuando menos lo esperemos!
[6] GARRIDO, Manuel.
Iniciación a la Liturgia de la Iglesia. Palabra, p. 275.
[7] LANDRIEUX, Mgr.
Maurice. Courtes gloses sur les Evangiles du dimanche. Paris: Beauchesne, 1918,
p. 2-3.
[8] THIRIET, P.
Julien. Explication des Evangiles du dimanche. Hong-Kong: Société des Missions
Étrangères, 1920, p. 2.
[28] Cf THIRIET,
[29] SAN BERNARDO DE
CLARAVAL. In Obras completas de San Bernardo. Madrid: BAC, 1953, p. 177.
[Fuente: Mons. João
S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen III, Editríce Vaticana]
Ilustración superior: El Juicio Final (Témpera en madera) de Fra Angélico, Siglo XV.
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