Ante las falsas apariencias derivadas del orgullo,
manifestadas en la hipocresía de los doctores de la Ley, Nuestro Señor
Jesucristo nos exhorta a ser sinceramente generosos como la pobre viuda, dando
todo de nosotros mismos por amor a Él. […]
Remedio para nuestras miserias y amparo contra las tentaciones
Cuando alguien se entrega a sí mismo, su
egoísmo termina siendo sofocado en beneficio de servir a los demás. Servir, ya
sea dando un buen ejemplo, un buen consejo o dando alguna ayuda, repara
nuestras faltas y al mismo tiempo nos mantiene alejados del pecado. Entonces,
una forma de ganar fuerzas para enfrentar la tentación es darnos a nosotros
mismos.
Busquemos la felicidad donde ella se encuentra
Nada trae más felicidad a un alma que devolver a Dios lo que
le pertenece. La justicia consiste en "dar a cada uno su derecho".
[6]
Ahora bien, si vienen de Dios todas las cosas que han sido
creadas y están a disposición del hombre, éste es deudor de todo lo que de Él
recibió. El préstamo forma parte de los acuerdos entre los hombres. El que
presta se queda a la espera de la devolución del bien prestado; y quien lo tomó
de préstamo tiene obligación de devolverlo al dueño.
Ahora bien, si esto es así en la relación humana, no podemos
olvidar: todo lo que tenemos no es sino un préstamo de Dios. Desde nuestra
vida, hasta nuestras capacidades y cualidades, pasando por todos nuestros
bienes.
Así seremos libres, pues sólo es realmente libre quien es justo, y pone en las manos de Dios todo lo que de Él recibió.
Jesús polemiza con los fariseos. |
Daría indicios de locura quien, habiendo perdido algo dentro
de un teatro, fuera a buscarlo del lado de afuera, alegando que la calle está
más iluminada. ¿Y qué hace el mundo actual? Por haberse hundido en el egoísmo,
corre detrás de la felicidad donde ella no se encuentra.
Proclamando que la libertad consiste en entregarse a la saña
de las pasiones y de las malas inclinaciones, va en busca de la felicidad en el
vicio, en el pecado y en cuántas locuras, donde encuentra, no la felicidad,
sino la frustración, la depresión y, a veces, las enfermedades. De esa manera,
el egoísmo, fustigado por Nuestro Señor en el Evangelio de hoy, ya es castigado
aquí en la Tierra, siendo aún merecedor de la pena eterna.
La verdadera alegría está en la generosidad virtuosa, pues
es en ella que el hombre cumple completamente su finalidad de "conocer,
servir y amar a Dios" en este mundo, de modo a "ser elevado a la vida
con Dios en el cielo". [7]
[6] Cf. SANTO TOMÁS
DE AQUINO. Suma Teológica. II-II, q.58, a.1.
[7] Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n.67.
Fuente: Mons. João Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Vol. II, Editríce Vaticana.
[Mons. João Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio]
Se autoriza su publicación
citando la fuente.
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