Sedientos de gloria humana e incapaces
de aceptar el Reino de Dios que les era ofrecido, los enemigos de Nuestro Señor
Jesucristo terminaron por crucificarlo… propiciando así su verdadero y perenne
triunfo. […]
De las aclamaciones a los gritos de
condenación
También es digno de nota otro aspecto que la Liturgia de este domingo nos destaca. ¿De qué les sirvió a aquellas gentes aclamar al Señor con ramos de palma en las manos y extender sus mantos en el camino? A los pocos días la multitud estaría frente a Pilatos vociferando:
“¡Crucifícalo,
crucifícalo!”. Es tal la volubilidad de las cosas del mundo, y así son los aplausos
estúpidos detrás de los cuales corren los insensatos. ¡Querer la aprobación de
los hombres es querer recibir un día el grito condenatorio de todos!
¡Cuán diferente es la
estabilidad de Dios! Cuando Él aplaude a alguien, lo hace por toda la eternidad.
Si la Pasión de Jesús hubiese ocurrido algunos años después de su entrada solemne
a Jerusalén, el tiempo nos permitiría considerar este cambio de actitud de la
opinión pública como fruto de un proceso. ¿Pero cómo explicar una transición
tan fulminante desde las alabanzas hacia el odio? ¿Cómo entender que hayan
llegado a la infamia de pasar frente a Nuestro Señor crucificado para lanzarle
las blasfemias narradas en el Evangelio?
¡Es esta la lógica
del mal, la lógica del egoísmo, la lógica del pecado! He aquí un punto para
nuestro examen de conciencia: yo, que me alegro al ser tocado por la gracia en
el fondo del alma, si no fuese vigilante y rígido conmigo y consentir en una
mala solicitación –sea por pensamiento, deseo o mirada-, en ese momento estaré
en el mismo camino de aquellos judíos y, en breve, el “¡Hosanna!” dará lugar al
“¡Crucifícalo!” […]
III – La Cruz se transforma en gloria
en la eternidad
Con el fin de aprovechar bien las gracias de la Semana Santa que hoy se inicia, es necesario que nos compenetremos de que, mucho más que los ramos de palma en las manos debemos acoger a Nuestro Señor con determinaciones interiores y propósitos, y con la firme convicción de que fuimos creados para servir al Hombre-Dios, cada cual en su estado de vida, sea constituyendo familia, sea como religioso.
¡Jesús me convoca a
seguirlo! Con una expresiva imagen, San Roberto Belarmino reflexiona: “Quien
ve a su capitán luchar por su amor, con tal perseverancia en tan penosa lid,
recibiendo tantas heridas y padeciendo tan grandes dolores, ¿cómo no se animará
a combatir a su lado, a hacer la guerra a los vicios, y resistir hasta morir?
Cristo batalló hasta vencer y alcanzar glorioso triunfo sobre su enemigo […]. Y
si Cristo peleó con tan grande perseverancia, su ejemplo debe dar sumo aliento
a todos los soldados para que no se alejen de su cruz, y sí pugnar a su lado
hasta vencer”. [5] Yo estaré con Él, sea en la entrada triunfal a Jerusalén, aclamándolo
como Rey, sea en el Vía Crucis, cargando mi cruz, o sobre el Gólgota, clavado
en ella. ¡Será por medio de esta cruz que yo obtendré la gloria de la
resurrección, y conviviré con Él por todo y siempre en la verdadera Jerusalén,
la Jerusalén Celestial!
Al transponer las murallas de esta esplendorosa ciudad, “tabernáculo de Dios con los hombres” (Ap 21, 3), tendremos un auténtico Domingo de Ramos y entenderemos que la ceremonia de la cual hoy se participa es mero símbolo de los “bienes que Dios ha preparado para aquellos que lo aman” (I Cor 2, 9). ¡Mientras que, aquellos que persistan en una concepción mundana y desviada en relación a Nuestro Señor, negándose a aceptarla como Él es, tendrán un eterno domingo de fuego, azufre, odio y revuelta!
Mons. Joao S. Clá Dias, EP |
Pidamos la gracia de
comprender que es a través de la cruz que llegamos a la luz “¡Per crucem ad
lucem!” y no hay otro medio de conquistar la alegría sin fin. Que la cruz sea
la compañera inseparable de cada uno de nosotros hasta el momento de ingresar
en la visión beatífica, y continúe junto a nosotros por toda la eternidad, como
magnífica aureola de santidad, resplandor de gloria.
[5] SAN ROBERTO BELARMINO.
Libro de las Siete Palabras que Cristo habló en la Cruz. Buenos Aires: Emecé,
1944, p.107-108
Monseñor João Clá
Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio
Trechos extraídos del texto original en portugués: Comentários ao Evangelho Domingo de Ramos da Paixao do Senhor
Se autoriza su publicación citando la fuente.
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