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viernes, 25 de enero de 2019

Comentarios al Evangelio del III Domingo del T. O. -Ciclo C- por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP

[…] III – El Señor nos invita a formar parte de su Cuerpo.
Monseñor Joao Scognamiglio Clá Dias, EP
Esta lindísima liturgia nos muestra la importancia de la palabra, tanto en la primera lectura como en la introducción del Evangelio de San Lucas, para presentar a continuación la propia Palabra encarnada.
Tan fuerte y sustancioso es el deseo del Padre de entrar en contacto con nosotros que el Verbo se hizo carne y se manifestó a los hombres para que pudiéramos contemplar en Él la divinidad, como le declaró al apóstol Felipe: “Quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14, 9). Al ser idénticas la tres Personas divinas, el que viera a Jesús, vería no sólo al Hijo, sino también al Padre y al Espíritu Santo.

Invitados a integrar el Cuerpo Místico de Cristo

Pues bien, como consecuencia de ese empeño del Redentor, somos invitados a formar parte de la familia divina. Y es lo que nos dice San Pablo en la segunda lectura de este domingo (1 Cor 12, 12-30). Todos los bautizados nos convertimos en miembros del Cuerpo Místico de Cristo, pertenecemos a Él y en todo dependemos de Él.
¿De dónde nos viene la fuerza para ser miembros sanos de ese Cuerpo y no miembros podridos por el pecado? Viene de la gracia, la cual constituye el sexto plano de la Creación, por encima de los minerales, vegetales, animales, hombres y ángeles. Ella nos da la posibilidad de participar de la naturaleza divina, de ser hijos de Dios (cf. 1 Jn 3, 1). A partir del Bautismo, la Santísima Trinidad pasa a inhabitar nuestras almas y se establece una relación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo con nosotros. Ese comercio sobrenatural vale más que todo el universo creado.

Ahora bien, para vivir siempre de la gracia es condición indispensable tener una vida interior fervorosa. Dios concede a todos las gracias suficientes, pero casi siempre resultan insuficientes por la deficiencia de nuestra naturaleza. Para que obtengamos las gracias que necesitamos debemos rezar con constancia: oración, si es posible en familia, pues la súplica en conjunto presenta mucha más eficacia que la oración particular. Además, precisamos acercarnos a los sacramentos, porque son fuente infalible de la gracia, evitar las ocasiones próximas de pecado y estar constantemente creciendo en la práctica de las virtudes.

Vivimos en una inmensa Nazaret

El mundo de hoy se ha convertido en una inmensa Nazaret, pues dejó de creer como en otros tiempos. No hay fe en la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento; no se venera a María Santísima como protectora nuestra y medianera de todas las gracias; ya no se practica la Ley de Dios. La sociedad se va constituyendo en base a nuevas leyes y nueva moral, cada vez más agresivas.
Al igual que hizo Nuestro Señor en Nazaret, es necesario presentar a nuestros contemporáneos la Palabra de Dios con toda su fuerza, a fin de llevarlos a experimentar la felicidad que sólo la vida de la gracia nos da. La humanidad sólo tiene un camino para salvarse: la fe manifestada por las obras (cf. Sant 2, 17-18), es decir, la práctica de los Mandamientos de la Ley de Dios.
Que cada uno de nosotros comprenda la grandeza del llamamiento que le ha sido confiado y, enteramente fiel a las inspiraciones de lo alto, atento a la Palabra de Dios y ungido por la fuerza de la gracia, anuncie la Buena Nueva a los pobres de espíritu, rumbo a la victoria de María Santísima profetizada en Fátima: “¡Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará!"

(CLÁ DIAS EP, Monseñor João Scognamiglio. In: “Lo inédito sobre los Evangelios”, Volumen III Librería Editrice Vaticana).