"¡La Fiesta del Bautismo del Señor debe inundarnos de esperanza y de santa alegría!"
La fiesta de la manifestación de la divinidad
En los primeros tiempos del Cristianismo, hasta el siglo IV, la Iglesia contemplaba tres manifestaciones de la divinidad de Nuestro Señor, unidas en la Solemnidad de la Epifanía –el 6 de enero: la adoración de los Reyes Magos, el Bautismo del Jordán y la transformación del agua en vino en las Bodas de Caná, su primer milagro público. Esa solemnidad era considerada la revelación de Jesús a la gentilidad, mientras que la Navidad era considerada como una fiesta más apropiada para los judíos. Si estos últimos aguardaban la venida de un Mesías Hombre y así lo recibieron en el pesebre de Belén, los gentiles –tal como nos muestra la adoración de los Magos- estaban a la espera de un Dios Salvador. Esta misma divinidad que se reveló a los Reyes de Oriente se hizo muy notoria en el episodio del Bautismo de Cristo, aunque ya se hubiese dado a conocer antes, por un pedido de la Santísima Virgen en Caná.
La conmemoración de
los tres hechos en una sola ocasión era muy solemne, y hasta los días presentes
conservamos en la Liturgia algunos trazos de estas grandes celebraciones. Tal
es la Fiesta del Bautismo del Señor, que este próximo domingo recordamos en el
Evangelio escogido para concluir el Tiempo de Navidad. Este acontecimiento está
íntimamente ligado a la persona del Precursor, San Juan Bautista, pues fue
llamado a preparar las almas para la venida del Mesías, el cual, al recibir el
Bautismo, iniciaba su vida pública.
¿Por
qué Nuestro Señor quiso ser bautizado?
No
obstante, delante del hecho tan grandioso del Bautismo de un Dios, se levantan
algunas interrogantes: ¿por qué quiso Jesús ser bautizado por Juan? ¿Precisaba
arrepentirse de algún pecado? ¡Sería blasfemo tal pensamiento! En efecto, el
sublime episodio del Bautismo llevó a San Bernardo a proclamar: “¿Por ventura
el sano tiene necesidad de medicina, o de limpieza quién ya está limpio? ¿De
dónde hay pecado en Vos, para que Os sea necesario el Bautismo? ¿Por acaso de
vuestro Padre? Ciertamente tienes Padre, pero él es Dios, y sois igual a Él;
Dios de Dios, luz de luz. ¿Quién ignora que Dios no puede caer en pecado
alguno? ¿Acaso de vuestra Madre? Tienes Madre, pero es virgen. ¿Qué pecado
podéis traer a quién Os concibió sin iniquidad, Os dando a luz y conservando su
integridad? ¿Qué mancha puede tener el Cordero sin mancha?” [1]
Sin
duda Jesús quiso recibirlo por humildad, rebajándose para ser bautizado por
Juan, el cual, delante de esta actitud, proclamó: “¡Yo es quien debe ser
bautizado por Ti, y Tú vienes a mí!” (Mt
3, 14). Tal afirmación nos ayuda a comprender la inmensa gracia que significó
para el Precursor haber bautizado a Nuestro Señor. Y el Doctor Angélico
describe varias razones que indican la alta conveniencia de este misterioso
Bautismo. [2]
¡Sepamos ser
agradecidos con Dios!
El Bautismo es un vehículo que nos conduce a Dios. |
La
Fiesta del Bautismo del Señor debe inundarnos de esperanza y de santa alegría,
por mostrarnos la fuerza regeneradora del perdón y de la misericordia divina,
en la que debemos confiar en cualquier circunstancia de nuestra vida. Por peor
que pueda llegar a ser nuestra situación, si sabemos tener fe y nos mantenemos
íntegros en el cumplimiento de los santos mandamientos, nunca dejará de haber
para todo una solución, pues "para Dios nada es imposible". (Lc 1,
37).
Seamos
agradecidos con Nuestro Señor por todo lo que ha realizado por nosotros. Con el
Bautismo Jesús da inicio a su vida pública, así como con esta celebración la
Liturgia marca la entrada en el Tiempo Ordinario, el cual considerará toda la
misión del Divino Maestro, acompañándolo en sus predicaciones y manifestaciones
durante las diversas lecturas litúrgicas del año. Habiendo contemplado las
maravillas de este pasaje del Evangelio, pidamos a Nuestro Señor gracias en
profusión, capaces de hacernos cruzar-al final de nuestra peregrinación
terrena- las puertas del Cielo que Él nos ha franqueado en este magnífico día. ◊
1)
SAN BERNARDO. Sermones de Tiempo. En la Epifanía del Señor. Sermón I, n.6. In:
Obras Completas. Madrid: BAC, 1953, v.1, p.314.
2)
Cf. SANTO TOMAS DE AQUINO. Suma Teológica. III, q.39, a.1.
3) SAN GREGORIO NACIANCENO. Homilía XXXIX, n.17. In: Homilías sobre la Natividad.
2. ed. Madrid: Ciudad Nueva, 1992, p.96-97.
Fuente:
Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen V,
Librería Editríce Vaticana.
Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio.
Se autoriza su publicación
citando la fuente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario