Dios nos llevará hasta el final
El Evangelio de este 2º Domingo de Adviento, al mostrarnos la estrecha relación entre la conversión y la felicidad, nos propone un desafío. Por un lado, comprendemos la necesidad de poner en práctica las amonestaciones de San Juan Bautista, reformándonos espiritualmente. De otro, nos pesan las consecuencias del pecado original y de nuestros pecados actuales, y vemos cuán incapaces somos de llevar a cabo una reforma interior sin la fuerza de la gracia de Dios. ¡No conseguimos siquiera hacer digna penitencia por nuestras faltas! Es el desafío de la santidad, ante el cual se encuentra todo cristiano. Nos corresponde no desanimar nunca, sino creer con fe robusta que Él, habiendo comenzado en nosotros esa buena obra, la llevará a la perfección, según escribe San Pablo a los Filipenses en el pasaje escogido para la lectura de este domingo. (cf. Fi 1, 6). Tal obra se inicia con el Bautismo, cuando Dios introduce en el alma la gracia, haciéndola participar de la vida divina. Como una semilla, debe desarrollarse durante toda la existencia, "hasta alcanzar en cada uno de nosotros la plenitud que corresponda al grado de nuestra predestinación en Cristo". [1]
Hay
obstáculos, sin embargo, que impiden su desarrollo... Son los montes, valles y
demás sinuosidades colocadas por el propio hombre en el terreno de su alma,
donde la gracia debería crecer. El deseo de quitar tales obstáculos, el empleo
de todos los medios a nuestro alcance para eliminarlos y, sobre todo, la
confianza en la omnipotencia divina son la contribución que la Providencia
espera de nosotros en esta obra de perfección, cuyo autor y consumador es el
propio Dios.María Auxilio de los Cristianos
Como
aliento de nuestra esperanza, volvamos nuestra mirada hacia la Santísima
Virgen, Auxilio de los Cristianos, que a cada instante intercede por nosotros
junto a su Divino Hijo. Todos los dones recibidos por nosotros nos fueron
alcanzados por su mediación.
Ahora
bien, "Ella no puede ser la Señora de las obras inacabadas. Ella es la
Señora de las construcciones terminadas, de las grandes obras llevadas a
término", [2] afirma con unción el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira. Nos
queda, pues, abandonarnos a los maternales cuidados de María Santísima, seguros
que Ella misma se encargará de conducir a la plenitud este osado emprendimiento
de hacernos perfectos así como el Padre celestial es perfecto (cf. Mt 5, 48). ◊
[1]
ROYO MARÍN, OP, Antonio. Somos hijos de Dios. Madrid: BAC, 1977, p.91.
Fuente:
Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen II,
Librería Editríce Vaticana.
Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio.
Se autoriza su publicación citando la fuente.
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