En estos días de Navidad, a menudo, la gracia nos invita a estar con Jesús en la gruta de Belén. ¿Y cuál es nuestra actitud? ¿Imitamos a los pastores que salieron corriendo para adorar al Niño Dios?
Después
de miles de años de espera, nació en Belén el Niño Jesús, verdadero Dios y
verdadero hombre. Esta unión de dos naturalezas, divina y humana, en una
Persona divina, es uno de los principales misterios de nuestra fe. ¿Cómo es
posible mirar a un niño en su cuna y estar seguro de que es Dios? ¡Dios a pesar
de hombre y hombre a pesar de Dios! Por lo tanto, la Navidad es la fiesta que
más exige nuestra fe, y necesitamos gracias especiales para lograr entender,
aunque de forma umbrática, tan grande y sublime acontecimiento.
* * *
Hemos
sido creados para vivir con Dios eternamente en la felicidad absoluta, y la
liturgia de esta Misa de la Aurora nos invita a imitar a los pastores,
siguiendo el camino indicado por el profeta Isaías: una vez que Dios se hizo
hombre, y considerando el carácter central de Nuestro Señor Jesucristo en el
orden de la creación, Él debe constituir el eje de nuestra vida. Ese Niño que
viene a nosotros, al mismo tiempo nos atrae hacia Él. Y sólo disfrutaremos de
la verdadera paz de alma en la tierra si somos dóciles a su llamamiento.
De
lo contrario, ¡cuántas locuras! ¡Cuánto delirio por el dinero o por la fama!
Toda vanagloria es transitoria, y lo que permanece y atraviesa los umbrales de
la eternidad es el embelesamiento por Cristo y el cumplimiento entusiasmado de
la ley de Dios. La gracia de la Navidad nos convoca a que rechacemos tanta
insensatez como hay en nuestros días y a que nos arrodillemos ante el Niño
Jesús que, por un misterio de amor, vino para sacarnos del camino del pecado y
salvarnos.
Aprovechemos
esta Navidad para implorar más y más favores sobrenaturales a fin de que,
emprendiendo el rumbo hacia la santidad, tengamos una unión completa con Él y
alcancemos el insuperable premio de la bienaventuranza eterna. Entonces, la fe
se transformará en visión, la esperanza en posesión y la caridad se sublimará y
se acrisolará, porque pasará a participar del propio amor que Dios se tiene a
sí mismo. ¡No dejemos que nos quiten este tesoro! Es ésta la dádiva que el Niño
Jesús nos trae en esta Navidad. ◊
por Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP
Fuente: Revista Heraldos del Evangelio, diciembre 2023
Se autoriza su publicación citando la fuente
Que asi sea,🙇♂️🙇♂️
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