La grave responsabilidad de los que
cuidan la viña del Señor
Del mismo modo que, otrora al pueblo electo, Dios nos trata como una viña escogida para que alcancemos más fácilmente la bienaventuranza eterna. ¿Qué frutos daremos a su Dueño? [...]
Un oportuno examen de conciencia
¿Entonces, cómo cuido
de esa viña que soy yo? ¿La cuido con todo el esmero y restituyo a Dios lo que
le pertenece? ¿Estoy constantemente con la atención puesta en las realidades
sobrenaturales, con deseo de beneficiar al prójimo, compenetrado de que fui
llamado a dar gloria a Dios y reparar el Sapiencial e Inmaculado Corazón de
María de los incontables pecados que hoy se cometen? ¿Estoy atento a la llegada
de los empleados del Dueño de la viña? Una palabra dicha desde el púlpito, un
consejo de alguien que busca mi santificación, una amonestación de la
conciencia... Más aún, los ruegos de la
Santísima Virgen y el amparo de mi Ángel de la Guarda. ¿Qué le hago yo a esos empleados?
¿Los apedreo, los golpeo y los mato, sofocando su voz? Pues, si no quiero de ningún modo entregar a
Dios lo que es de Él y hago uso de sus dones para mi ventaja personal o, peor,
para ofenderlo, estoy en el fondo, golpeando, apedreando, matando los
empleados, y hasta al Hijo del Divino Dueño. Es indispensable precaverme,
porque el Reino de los Cielos que recibí en el día de mi Bautismo podrá serme
retirado y dado a otros.
¡Cuánta materia para
un examen de conciencia! ¿Cómo estoy ahora? ¿Frente a estas palabras, cuál es
mi reacción? ¿Estoy siendo esquivo, desvío mi atención o me coloco delante de
la obligación de prestar cuentas por la viña que soy yo? Si la conciencia me acusa, debo recordarme de
la enseñanza de San Pablo, en la segunda lectura: “No te inquietes con nada,
pero presenta tus necesidades a Dios, en oraciones y súplicas, acompañadas de
acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo el entendimiento, guardará
sus corazones y pensamiento en Cristo Jesús” (Fl 4, 6-7). Gracias a la maternal
intercesión de María Santísima todo tiene solución, desde que yo reconozca que
procedí mal y necesito cambiar de vida. Pidamos a la Santísima Virgen,
entonces, misericordia y fuerzas, para enmendarnos y adherir con entusiasmo a
la voluntad del Dueño de la viña. ◊
Fuente: Monseñor João
S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre
los Evangelios” Volumen I, Librería Editrice Vaticana.
Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio.
Se autoriza su publicación citando la fuente.
Ilustración: La Parábola de "Los viñadores homicidas" (Evangelio según San Mateo 21, 33-43).
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