“¡Per crucem ad lucem!”
¿El dolor es inevitable en nuestra existencia? ¿Puede el fiel encontrar la verdadera felicidad en esta vida? ¿En qué consiste ella?
Esperanza en la verdadera
vida
La liturgia de este domingo nos incentiva a que vivamos
de acuerdo con nuestra fe, en coherencia con los principios de la Religión. A
no orientar nuestra conducta buscando obtener riquezas, elevada posición
social, amistades terrenas o cualquier otro bien de este mundo, ignorando cuán
efímeros son los beneficios que todo eso proporciona.
Al tener siempre en vista que nuestro fin último no se
cumple aquí en la tierra, y que en la eternidad, para la cual nacimos, sólo
valen los méritos espirituales.
Para quien se salva, la verdadera vida comienza después
de la muerte. Por esto la Iglesia celebra la fiesta de un santo en el día de su
nacimiento para el Cielo. Debemos, por tanto, a imitación de los santos,
aceptar todos los sufrimientos, rechazos y humillaciones que la práctica de la
virtud nos imponga en este valle de lágrimas, seguros de que ellos se transformarán
en gloria cuando nos encontremos en la visión beatífica.
En resumen, el Evangelio de este domingo nos da la
siguiente lección: el hombre vale en la medida en que esté dispuesto a
enfrentar el dolor por amor de Dios. La vida en esta tierra está llena de
dificultades y sufrimientos; si los abrazamos con amor, ellos vendrán
acompañados de una suave alegría, engrandecerán nuestros corazones y nos
prepararán para el Cielo; si por el contrario, nos dejamos arrastrar por las
pasiones, nuestra alma insatisfecha y degradada habrá iniciado las vías del
infierno.
Por consiguiente, en unión con Nuestro Señor Jesucristo,
abracemos decididamente nuestra cruz y sigamos el Divino Maestro rumbo a la
gloria de la eternidad, donde no habrá siquiera sombra de padecimiento, sino
sólo la felicidad total e imperecedera: ¡“Por
crucen ad lucem”!
En los períodos de probaciones, refugiémonos junto al
Santísimo Sacramento, y recurramos a la Virgen Santísima, invocándola por medio
de la recitación del Rosario, confiados en que, finalizada la noche oscura,
renacerá con mayor esplendor el sol de la consolación espiritual. (*) ◊
(*) SAN JUAN CRISÓSTOMO.
Homilía LIV, n.1. In: Obras. Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (46-90).
2ª. ed. Madrid: BAC, 2007, v. II, p.137.
Fuente: Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen I, Librería Editrice Vaticana.
Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio.
Se autoriza su
publicación citando la fuente.
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