“¡Per crucem ad lucem!”
¿El dolor es inevitable en nuestra existencia? ¿Puede el fiel encontrar la verdadera felicidad en esta vida? ¿En qué consiste ella?
“¡Per crucem ad lucem!”
¿El dolor es inevitable en nuestra existencia? ¿Puede el fiel encontrar la verdadera felicidad en esta vida? ¿En qué consiste ella?
¿Y yo,
digo quién es Jesús?
En la segunda Lectura, la Liturgia de este domingo relaciona con la confesión de San Pedro, un bello trecho de la Carta de San Pablo a los Romanos, que destaca la desproporción infinita entre nuestra inteligencia creada y la Inteligencia increada, que es Dios: “¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Como son inescrutables sus juicios e impenetrables sus caminos! ¿Quién conoció realmente el pensamiento del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién se anticipó en darle alguna cosa, de manera a tener derecho a alguna retribución? En verdad, todo es de Él, por Él y para Él. A Él, la gloria para siempre. Amén” (Romanos 11, 33-36).
Todo se obtiene a través
de la fe.
Otra enseñanza que podemos extraer del Evangelio de hoy es la necesidad de instruirnos sobre la verdadera y buena doctrina. La cananea oyó y se informó sobre los actos y predicaciones de Jesús. Eso le fue fundamental para creer.
El invencible auxilio de Jesús.
Al dar de comer a aquella multitud, teniendo apenas un diminuto número de panes y peces, Jesús demostró su poder sobre los alimentos, hecho ya comprobado en las bodas de Caná. Bajando del monte, después de haber pasado la noche en oración, mostró su dominio sobre las aguas, los vientos y las olas agitadas. Y al usar estos elementos para avanzar en la búsqueda de sus discípulos, también manifestó cuánto se aplica su omnipotencia a su cuerpo sagrado. La sensibilidad de sus testigos estaba, de este modo, preparada para la revelación sobre la Eucaristía, que se realizaría en breve.
¿Cómo será la gloria del Cielo?
Hemos sido creados para la bienaventuranza, pero ¿cómo será ésta? En la Transfiguración, el divino Maestro levanta el velo de la eternidad que nos aguarda si le somos fieles hasta el final.