Dejemos las tinieblas de este mundo
Lo medular del Evangelio de este domingo nos es sintetizado por San Pablo en su Epístola a los Efesios, también sugerida a nuestra consideración en este domingo de la alegría: “Antes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor” (Ef 5, 8).
Habiendo nacido con el pecado original, de hecho estaremos
en tinieblas para comprender lo sobrenatural mientras no recibamos la luz de la
gracia por el Bautismo. Esta es incomparablemente superior a la propia luz
solar. “Lo que es el sol para el mundo sensible, lo es Dios para el mundo espiritual:
la luz de la justicia, y de la verdad eterna, de la más elevada hermosura y del
amor infinito, de la más pura santidad y de la perfecta felicidad”, dice el
padre Scheeben.
En nuestro apostolado, esforcémonos en ayudar a los otros a
recuperar la vista espiritual, porque de este modo podrán contemplar los
reflejos de la luz divina en la Creación y ordenar su vida en función de ese
Lucero que es Jesucristo y la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.
Presentándonos este magnífico Evangelio sobre la luz en el
4° Domingo de Cuaresma, la Iglesia nos proporciona un particular aliento para
avanzar con ánimo decidido en la vida espiritual. A veces flaqueamos, nos
dejamos arrastrar por nuestras malas inclinaciones y sentimos decaer nuestra
perseverancia en las vías de la santificación. En estos momentos, recordemos la
cura del ciego de nacimiento y consideremos que, si Dios permitió que cayésemos
en una debilidad. Él está atento para intervenir a cualquier momento y
restaurar en nosotros la vida divina.
![]() |
Monseñor João S. Clá Dias, EP |
Con las oraciones y la mediación maternal de la Santísima
Virgen, nos encontraremos purificados para contemplar la luz del Cirio Pascual,
símbolo también de esa Luz que nos fue dada con la Resurrección de Cristo y que
nos llega a través de los Sacramentos. ◊
Fuente: Monseñor João
S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre
los Evangelios” Volumen I, Librería Editrice Vaticana.
Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio.
Se
autoriza su publicación citando la fuente.
Ilustración superior: Jesús
cura al ciego de nacimiento.
Evangelio IV Domingo
de Cuaresma, según san Juan (9,1.6-9.13-17.34-38):
En
aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en
tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:
«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo
pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: «El mismo.»
Otros decían: «No es él, pero se le parece.»
Él respondía: «Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús
hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había
adquirido la vista.
Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me
lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no
guarda el sábado.»
Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del
que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: «Que es un profeta.»
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar
lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo
del hombre?»
Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario