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miércoles, 19 de octubre de 2022

Comentario al Evangelio del 30° Domingo -Tiempo Ordinario, Ciclo C- por Mons. João S. Clá Dias, EP

La oración humilde salvó al publicano pecador.

13 El cobrador de impuestos, sin embargo, quedó distante, y ni se atrevía a levantar la mirada; pero se golpeaba el pecho diciendo: ‘¡Mi Dios, ten piedad de mí que soy pecador!’

Actitud, espíritu y palabras completamente diferentes de las asumidas y formuladas por el fariseo. En el publicano, todo es humildad, contrición y un pedido de clemencia. Usando una costumbre que ya no se ve en las Iglesias, se golpeó el pecho sin respeto humano. Contrariamente a las "modas piadosas" de hoy, nada de liviandad de espíritu, de disipación o de perpetua agitación; hablaba con Dios. Bien diferente a otros que ahora entran a las iglesias sin siquiera haber hecho una oración. El publicano nos da muchos ejemplos, incluido el meollo de su solicitud: "Dios mío, ten piedad de mí, porque soy un pecador".

Sentencia pronunciada por Jesús

14 Yo os digo: este último volvió justificado para su casa, el otro no. Aquel que se eleva será humillado, y quien se humilla será elevado”.

"Al momento de entrar al Templo, los dos personajes, aunque pertenecían a diferentes categorías religiosas y sociales, eran, en el fondo, muy similares. Al momento de salir, son radicalmente diferentes. Uno estaba ‘justificado’, o sea, era justo, perdonado, estaba en paz con Dios, había sido renovado. El otro permaneció como era al principio; más aún, quizá haya empeorado su posición frente a Dios. Uno obtuvo la salvación, el otro no”. [1]

Fijemos bien nuestra atención: aquí se trata de una sentencia pronunciada por el infalible y soberano Juez, el propio Hijo de Dios, no pocas veces diferente a la de los hombres.  Si, sin las luces de la gracia, fuéramos llamados a elegir a uno de los apóstoles para convertirse en el primero de los pontífices de la Santa Iglesia, no sería exagerado imaginar que a unos juzgaríamos pretenciosos, a otros poco activos, al propio Pedro, exagerado e imprudente. Quizás, antes de convertirse en traidor, no habríamos elegido a Judas por su gran discreción, seguridad y habilidad en las finanzas, tanto más que había criticado a Magdalena por malgastar el dinero en perfumes para el Maestro, habiendo muchos pobres y necesitados. Por esto nos damos cuenta de lo que sería la Iglesia si no fuese por la acción del Espíritu Santo; y qué será de nosotros si no nos sometemos a sus inspiraciones.

La humildad llevó al Cielo un ladrón

La liturgia de este domingo nos puede ser muy útil para un provechoso examen de conciencia para saber si somos humildes como el publicano.  ¿O habrá en nuestras almas algo del espíritu farisaico? Cualquiera sea el resultado de ese examen de conciencia, recordemos que: “La humildad llevó al Cielo un ladrón, antes de los Apóstoles.  Ahora, si está unida a los crímenes, ella es capaz de mucho, ¿Cuál sería su poder si estuviera unida a la justicia? Y si la soberbia es capaz de quebrar la justicia, ¿Qué no conseguirá en caso de aliarse al pecado?” [2]

1) CANTALAMESSA, Pe. Raniero. Echad las Redes - Reflexiones sobre los Evangelios - Ciclo C, EDICEP C.B., Valência, 2003, p. 333.

2) A LÁPIDE, Cornélio. In Luc.

Fuente: CLÁ DIAS EP, Mons. João Scognamiglio. In: “Lo inédito sobre los Evangelios”, Librería Editrice Vaticana.

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