La oración humilde salvó al publicano pecador.
13 El cobrador de
impuestos, sin embargo, quedó distante, y ni se atrevía a levantar la mirada;
pero se golpeaba el pecho diciendo: ‘¡Mi Dios, ten piedad de mí que soy
pecador!’
Actitud, espíritu y palabras completamente diferentes de las asumidas y formuladas por el fariseo. En el publicano, todo es humildad, contrición y un pedido de clemencia. Usando una costumbre que ya no se ve en las Iglesias, se golpeó el pecho sin respeto humano. Contrariamente a las "modas piadosas" de hoy, nada de liviandad de espíritu, de disipación o de perpetua agitación; hablaba con Dios. Bien diferente a otros que ahora entran a las iglesias sin siquiera haber hecho una oración. El publicano nos da muchos ejemplos, incluido el meollo de su solicitud: "Dios mío, ten piedad de mí, porque soy un pecador".
Sentencia pronunciada por Jesús
14 Yo os digo: este último
volvió justificado para su casa, el otro no. Aquel que se eleva será humillado,
y quien se humilla será elevado”.
"Al momento de entrar
al Templo, los dos personajes, aunque pertenecían a diferentes categorías
religiosas y sociales, eran, en el fondo, muy similares. Al momento de salir,
son radicalmente diferentes. Uno estaba ‘justificado’, o sea, era justo,
perdonado, estaba en paz con Dios, había sido renovado. El otro permaneció como
era al principio; más aún, quizá haya empeorado su posición frente a Dios. Uno
obtuvo la salvación, el otro no”. [1]
Fijemos bien nuestra
atención: aquí se trata de una sentencia pronunciada por el infalible y
soberano Juez, el propio Hijo de Dios, no pocas veces diferente a la de los
hombres. Si, sin las luces de la gracia,
fuéramos llamados a elegir a uno de los apóstoles para convertirse en el
primero de los pontífices de la Santa Iglesia, no sería exagerado imaginar que
a unos juzgaríamos pretenciosos, a otros poco activos, al propio Pedro,
exagerado e imprudente. Quizás, antes de convertirse en traidor, no habríamos
elegido a Judas por su gran discreción, seguridad y habilidad en las finanzas,
tanto más que había criticado a Magdalena por malgastar el dinero en perfumes
para el Maestro, habiendo muchos pobres y necesitados. Por esto nos damos
cuenta de lo que sería la Iglesia si no fuese por la acción del Espíritu Santo;
y qué será de nosotros si no nos sometemos a sus inspiraciones.
La humildad llevó al Cielo un ladrón
La liturgia de este
domingo nos puede ser muy útil para un provechoso examen de conciencia para
saber si somos humildes como el publicano.
¿O habrá en nuestras almas algo del espíritu farisaico? Cualquiera sea el
resultado de ese examen de conciencia, recordemos que: “La humildad llevó al
Cielo un ladrón, antes de los Apóstoles.
Ahora, si está unida a los crímenes, ella es capaz de mucho, ¿Cuál sería
su poder si estuviera unida a la justicia? Y si la soberbia es capaz de quebrar
la justicia, ¿Qué no conseguirá en caso de aliarse al pecado?” [2]
1) CANTALAMESSA, Pe.
Raniero. Echad las Redes - Reflexiones sobre los Evangelios - Ciclo C, EDICEP
C.B., Valência, 2003, p. 333.
2) A LÁPIDE, Cornélio. In
Luc.
Fuente: CLÁ DIAS EP, Mons.
João Scognamiglio. In: “Lo inédito
sobre los Evangelios”, Librería Editrice Vaticana.
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