[…] III – Grandeza del misterio de la
Eucaristía -
En efecto, la Eucaristía es uno de los misterios más profundos de nuestra Fe: las apariencias, los sabores y los aromas son de pan y vino; sin embargo, tanto en una como en la otra especie, sólo encontramos la sustancia del Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo. Los sentidos nos presentan una realidad, pero nuestra fe nos propone otra, en la cual creemos.
Si, como enseña Santo
Tomás, “el bien de la gracia de un solo individuo es superior al bien natural
de todo el universo”, [10] ¿qué decir de la mínima fracción visible de una
Hostia consagrada? Ahí está Cristo mismo. No se trata de una gota de gracia,
sino del propio Autor de la gracia. Es algo cuyo valor sobrepasa a la creación
entera, incluyendo el orden de la gracia. Reunamos las gracias que los Ángeles
y los hombres han recibido y han de recibir, y las que existen en el más alto
grado en María Santísima, y todas ellas sumadas no pueden ser comparadas a lo
que hay en una sola partícula consagrada: ¡la recapitulación del universo (cf.
Ef 1, 10) bajo las apariencias de pan!
La grandeza contenida
en este Sacramento es inexpresable para el lenguaje humano. Todo cuanto existe
en la creación fue promovido por Dios en orden a Jesucristo, cuyo supremo acto
de amor hacia los hombres consistió en instituir la Eucaristía para
proporcionarnos una extraordinaria forma de unión personal con el Verbo
Encarnado. A las palabras que el sacerdote pronuncia en la Consagración el
mismo Dios obedece y entonces se obra el milagro más grande sobre la faz de la
tierra. Por esta maravilla, bien podemos medir cuánto Él nos ama de una manera
inconmensurable. […]
Fuerzas para enfrentar
las dificultades
Hay muchas
situaciones en las cuales una persona se siente espiritualmente anémica:
ocasiones próximas de pecado que se presentan o circunstancias favorables al
empobrecimiento espiritual, en fin, innumerables ocasiones que pueden minar la
fortaleza del alma. Entonces, ¿dónde podremos recuperar las fuerzas? En la
Eucaristía. Un ejemplo de ello nos lo da —entre otros numerosos santos—, Santo
Tomás de Aquino. Celebraba su Misa a primera hora de la mañana y enseguida
asistía a la de otro fraile. [14] Según consta, incluso le gustaba acolitar las
Misas de sus hermanos de hábito. “Hablando de los Sacramentos —decía en una
audiencia el Papa Benedicto XVI—, Santo Tomás se detiene de modo particular en
el misterio de la Eucaristía, por el cual tuvo una grandísima devoción, hasta
tal punto que, según los antiguos biógrafos, solía acercar su cabeza al
Sagrario, como para sentir palpitar el Corazón divino y humano de Jesús”. [15]
[…] IV – Sepamos
retribuir sin medida
Lamentablemente, a menudo no consideramos en profundidad todos los beneficios recibidos en esta sagrada convivencia con la Eucaristía, en la cual nuestro Divino Redentor se halla realmente presente como cuando obró la transformación del agua en vino en las Bodas de Caná, o cuando resucitó a Lázaro, o cuando expulsó a los mercaderes del Templo. ¿Qué no daríamos por presenciar un único milagro de Jesús o escuchar alguno de sus sermones? ¿O incluso recibir una sola mirada suya? Cuando lleguemos al Cielo, si Dios nos concede esa suprema gracia, comprenderemos que un instante de adoración eucarística compensa mil años de sacrificios en la tierra.
Mons. Joao Clá Dias, EP |
Y sin embargo, hoy
tenemos a Jesús Sacramentado en los Tabernáculos siempre a nuestra disposición;
en todo momento está esperándonos con gracias insignes, deseoso de recibir
nuestra pobre visita. Si en la Encarnación Dios quiso unirse a la más pura de
las criaturas, en la Santa Comunión celebra sus bodas con cada persona en
particular, en una unión sin paralelo. “El alma se une de tal manera a Cristo
que, por así decirlo, pierde su propio ser y deja vivir en ella tan sólo a
Jesús. [22] Perderse en el Señor como una gota de agua en el océano. Y la
correspondencia de nuestro amor hará más profunda y perfecta tal unión.
Pidamos a Jesús
Sacramentado, en esta fiesta de la Eucaristía, un amor íntegro y una entrega
total a Él, única restitución digna por todo lo que recibimos de Él. Y
rebosemos de alegría y entusiasmo al ser tan amados individualmente por un Dios
que, ya en esta vida, es nuestra “recompensa muy abundante” (Gen 15, 1).
[10] Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. III, q.113,
a.9, ad 2.
[14] Cf. GRABMANN, Martín. Santo Tomás de Aquino. 2. ed.
Barcelona: Labor, 1945, p.29.
[15] BENEDICTO XVI. Audiencia General, de 23/6/2010.
[22] Cf. SAN PEDRO JULIÁN EYMARD. A divina Eucaristia.
São Paulo: Loyola, 2002, v.II, p.126.
Trechos extraídos de: Clá Dias EP, Mons. Joao. “Lo Inédito de los Evangelio”; Tomo I, Págs. 435 a 447.
[Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio]
Información sobre el origen de la Solemnidad de Corpus Christi
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