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jueves, 3 de junio de 2021

Comentario al Evangelio – Solemnidad de Corpus Christi (domingo 6 de junio) por Mons. João S. Clá Dias, EP


(Solemnidad de Corpus Christi o del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo)

[…] III – Grandeza del misterio de la Eucaristía -

En efecto, la Eucaristía es uno de los misterios más profundos de nuestra Fe: las apariencias, los sabores y los aromas son de pan y vino; sin embargo, tanto en una como en la otra especie, sólo encontramos la sustancia del Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo. Los sentidos nos presentan una realidad, pero nuestra fe nos propone otra, en la cual creemos.

Si, como enseña Santo Tomás, “el bien de la gracia de un solo individuo es superior al bien natural de todo el universo”, [10] ¿qué decir de la mínima fracción visible de una Hostia consagrada? Ahí está Cristo mismo. No se trata de una gota de gracia, sino del propio Autor de la gracia. Es algo cuyo valor sobrepasa a la creación entera, incluyendo el orden de la gracia. Reunamos las gracias que los Ángeles y los hombres han recibido y han de recibir, y las que existen en el más alto grado en María Santísima, y todas ellas sumadas no pueden ser comparadas a lo que hay en una sola partícula consagrada: ¡la recapitulación del universo (cf. Ef 1, 10) bajo las apariencias de pan!

La grandeza contenida en este Sacramento es inexpresable para el lenguaje humano. Todo cuanto existe en la creación fue promovido por Dios en orden a Jesucristo, cuyo supremo acto de amor hacia los hombres consistió en instituir la Eucaristía para proporcionarnos una extraordinaria forma de unión personal con el Verbo Encarnado. A las palabras que el sacerdote pronuncia en la Consagración el mismo Dios obedece y entonces se obra el milagro más grande sobre la faz de la tierra. Por esta maravilla, bien podemos medir cuánto Él nos ama de una manera inconmensurable. […]

Fuerzas para enfrentar las dificultades

Hay muchas situaciones en las cuales una persona se siente espiritualmente anémica: ocasiones próximas de pecado que se presentan o circunstancias favorables al empobrecimiento espiritual, en fin, innumerables ocasiones que pueden minar la fortaleza del alma. Entonces, ¿dónde podremos recuperar las fuerzas? En la Eucaristía. Un ejemplo de ello nos lo da —entre otros numerosos santos—, Santo Tomás de Aquino. Celebraba su Misa a primera hora de la mañana y enseguida asistía a la de otro fraile. [14] Según consta, incluso le gustaba acolitar las Misas de sus hermanos de hábito. “Hablando de los Sacramentos —decía en una audiencia el Papa Benedicto XVI—, Santo Tomás se detiene de modo particular en el misterio de la Eucaristía, por el cual tuvo una grandísima devoción, hasta tal punto que, según los antiguos biógrafos, solía acercar su cabeza al Sagrario, como para sentir palpitar el Corazón divino y humano de Jesús”. [15]

[…] IV – Sepamos retribuir sin medida

Lamentablemente, a menudo no consideramos en profundidad todos los beneficios recibidos en esta sagrada convivencia con la Eucaristía, en la cual nuestro Divino Redentor se halla realmente presente como cuando obró la transformación del agua en vino en las Bodas de Caná, o cuando resucitó a Lázaro, o cuando expulsó a los mercaderes del Templo. ¿Qué no daríamos por presenciar un único milagro de Jesús o escuchar alguno de sus sermones? ¿O incluso recibir una sola mirada suya? Cuando lleguemos al Cielo, si Dios nos concede esa suprema gracia, comprenderemos que un instante de adoración eucarística compensa mil años de sacrificios en la tierra.

Mons. Joao Clá Dias, EP

Y sin embargo, hoy tenemos a Jesús Sacramentado en los Tabernáculos siempre a nuestra disposición; en todo momento está esperándonos con gracias insignes, deseoso de recibir nuestra pobre visita. Si en la Encarnación Dios quiso unirse a la más pura de las criaturas, en la Santa Comunión celebra sus bodas con cada persona en particular, en una unión sin paralelo. “El alma se une de tal manera a Cristo que, por así decirlo, pierde su propio ser y deja vivir en ella tan sólo a Jesús. [22] Perderse en el Señor como una gota de agua en el océano. Y la correspondencia de nuestro amor hará más profunda y perfecta tal unión.

Pidamos a Jesús Sacramentado, en esta fiesta de la Eucaristía, un amor íntegro y una entrega total a Él, única restitución digna por todo lo que recibimos de Él. Y rebosemos de alegría y entusiasmo al ser tan amados individualmente por un Dios que, ya en esta vida, es nuestra “recompensa muy abundante” (Gen 15, 1).

[10] Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. III, q.113, a.9, ad 2.

[14] Cf. GRABMANN, Martín. Santo Tomás de Aquino. 2. ed. Barcelona: Labor, 1945, p.29.

[15] BENEDICTO XVI. Audiencia General, de 23/6/2010.

[22] Cf. SAN PEDRO JULIÁN EYMARD. A divina Eucaristia. São Paulo: Loyola, 2002, v.II, p.126.

Trechos extraídos de: Clá Dias EP, Mons. Joao. “Lo Inédito de los Evangelio”; Tomo I, Págs. 435 a 447.

[Monseñor João S. Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio]

Información sobre el origen de la Solemnidad de Corpus Christi


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