I – La batalla de nuestra vida espiritual
Una de las más indispensables meditaciones propuestas por
San Ignacio de Loyola en los famosos Ejercicios Espirituales es la de las “Dos
Banderas”. En ella, el fundador de la Compañía de Jesús nos presenta la vida
espiritual como un campo de batalla donde se enfrentan dos ejércitos: el de
Nuestro Señor Jesucristo, supremo Capitán y Señor, y el de satanás, mortal
enemigo de la naturaleza humana.
Frente a estos comandantes antagónicos, con trazos muy bien
definidos, se hace imposible tomar una posición neutral. “Cristo llama y quiere a
todos los hombres bajo su bandera; y Lucifer, al contrario, debajo de la suya.”
[1] No hay una tercera opción; es necesario hacer una elección.
El peculiar gobierno del demonio
¿Cuáles son las características del jefe de los malos? En el
Evangelio de San Juan, Nuestro Señor lo califica como “mentiroso y padre de la
mentira”. “Él es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad,
porque la verdad no estaba con él. Cuando habla de la mentira, habla de aquello
que le es propio, porque él es mentiroso y padre de la mentira” (Juan 8, 44).
Incapaz de actuar directamente sobre la inteligencia y la
voluntad del hombre, el demonio pretende gobernar las almas a través de un
influjo externo que busca oscurecerles progresivamente el raciocinio hasta
obnubilar en ellas el discernimiento entre el bien y el mal. Por medio de
recursos psicológicos, que utiliza con maestría, busca llenar sus corazones con
deseos que los lleven a pecar cada vez más. A cada falta cometida, la voluntad
del pecador se debilita, su inteligencia pierde la lucidez y se hace más
vulnerable a su hechor.
Ahora bien, este arrogante caudillo no tiene ningún poder de penetrar en el alma, ni siquiera en la de un poseído, pues, en este caso, su dominio se refiere apenas al cuerpo. Su acción es análoga a la del asaltante que, al robar un auto, toma la dirección de éste, empujando el dueño hacia el asiento del acompañante: tiene el control del vehículo, pero no de la inteligencia o de la voluntad del propietario. […]
IV – Dios es siempre más fuerte
Entonces, cuando la probación nos aflija, o la tentación nos
atormente, tengamos seguridad que el “supremo y verdadero Jefe de los buenos” [18]
está a nuestro lado, dispuesto a intervenir en el momento más oportuno para su
gloria y nuestro provecho espiritual.
El Jesús que hoy nos aguarda en la Santa Comunión es el
mismo que expulsó el demonio en Cafarnaúm e hizo toda especie de milagros en
Galilea. Bajo el velo de las Sagradas Especies, se oculta la figura majestuosa
del “más bello de los Hijos de los hombres” (Sl 44, 3), delante de cuya omnipotencia
le es imposible al demonio resistir.
[1] SAN IGNACIO DE LOYOLA. Obras Completas. Madrid: BAC,
1952, p.186. Garrigou-Lagrange afirma que esa gracia “es eficaz por sí misma,
porque Dios así lo quiere, y no sólo por haber previsto que nosotros la
aceptaríamos sin resistencia”
[18] SAN IGNACIO DE LOYOLA, op. cit., p.139.
Trechos extraídos del original en portugués: Comentário ao Evangelho – IV Domingo do Tempo Comum – Mc 1, 21-28
Se autoriza la publicación citando la fuente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario