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viernes, 15 de enero de 2021

Comentario al Evangelio – II Domingo del T.O. (domingo 17 de enero) por Monseñor João Clá Dias, EP

 

I – Todos somos llamados a evangelizar.

Dios quiere que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad” (1 Tm 2, 4).  Para esto, Jesús creó la Iglesia, institución esencialmente misionera y apostólica, que en el correr de los siglos, fue cumpliendo in crescendo esta grandiosa misión. Él nos dijo: “Yo vine para que todos tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10, 10).

El llamado al apostolado no es privilegio exclusivo de los religiosos. Él se extiende también a los laicos, conforme nos enseña el Concilio Vaticano II: “El apostolado de los laicos, que tiene origen en su propia vocación cristiana, jamás puede dejar de existir en la Iglesia. La propia Sagrada Escritura demuestra abundantemente cuán espontánea y fecunda fue tal actividad en los albores de la Iglesia.

“Ahora bien, nuestros tiempos exigen no menor celo de los laicos; al contrario, las circunstancias actuales reclaman, de parte de ellos, un apostolado más fecundo y absolutamente más vasto. De hecho, el aumento de la población, el progreso de las ciencias y de la técnica, las relaciones más estrechas entre los hombres, no sólo dilataron inmensamente los campos del apostolado de los laicos, en gran parte sólo accesibles a ellos, como suscitaron nuevos problemas que requieren su inteligente solicitud y su esfuerzo.

“Y se hace más urgente tal apostolado ante la enorme autonomía adquirida por muchos sectores de la vida humana, a veces con algún desvío del orden ético y religioso y grave riesgo para la vida cristiana. Además de eso, en numerosas regiones en las cuales los sacerdotes son muy pocos o, no cuentan con la libertad para ejercer su ministerio, la Iglesia difícilmente podría estar presente y activa sin el concurso de los laicos.

“Señal de esta múltiple y urgente necesidad es la acción evidente del Espíritu Santo, que hoy torna a los laicos cada vez más conscientes de sus propias responsabilidades y los incita al servicio de Cristo y de la Iglesia, en todas partes” (1).

No menos incisivo que el Concilio Vaticano II es el Doctor Angélico [Santo Tomás de Aquino] al destacar esa responsabilidad de los laicos, especialmente en las situaciones de crisis de religiosidad: “Cuando la fe se encuentra en peligro, todos están obligados a propagarla junto a los otros, sea instruyéndolos y confirmándolos, sea reprimiendo y contrarrestando los ataques de los enemigos” (2).

Ya Pio XII, en su tiempo, condenaba la inacción en materia de apostolado: “El Papa debe, desde su lugar, vigilar constantemente, rezar, y con prodigalidad, con el fin de que el lobo no termine por entrar en el redil para robar y dispersar el rebaño (…). Los colaboradores del Papa en el gobierno de la Iglesia hacen todo lo que les es posible. Pero todo esto, hoy no basta; todos los fieles de buena voluntad deben despertar del letargo y sentir la parte de responsabilidad que les cabe en el éxito de esta empresa de salvación” (3).

En síntesis, nuestra propia vida interior exige –cuando busca su perfección plena- que auxiliemos a todos los que estén al alcance de nuestra actividad apostólica, con el fin de orientarlos hacia el seno de la Iglesia.

Esta magnífica obra evangelizadora tiene su paradigma en la Liturgia de este domingo. […]

V – Conclusión

Es imposible no constatar, en el Evangelio de hoy, la fundamental importancia del apostolado personal, directo, y bajo el poder de una jerarquía. Se ve, ya en los inicios de la constitución de su Iglesia, al Divino Redentor preocupado en establecer la Piedra base de su edificio. Por esta razón, en todo y cualquier sucesor de Cefas [San Pedro], nosotros debemos honrar esta Piedra, obedeciendo con toda sumisión a las determinaciones de la Iglesia.

Roguemos a María, Madre de la Iglesia, para que jamás nos separemos ni un solo milímetro de la Cátedra Infalible de Pedro, en nuestra fe, espíritu y disciplina. Que María infunda en nuestras almas la felicidad de creer en lo que la Jerarquía enseña, practicar lo que ella ordena, amar lo que ella ama, y recorrer sus vías para llegar a la gloria eterna.

1) Decreto Apostolicam Actuositatem, n. 1.

2) Suma Teológica II-II, q. 3, a. 2, ad 2.

3) Discurso a los Hombres de la Acción Católica Italiana, 12/10/1952.

Fragmentos extraídos del texto original en portugués:
Comentários ao Evangelho do 2º Domingo do Tempo Comum - Jo 1, 35 - 42 - Ano B

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