[…] III – En oposición a un mundo igualitario, el divino ejemplo de la obediencia.
A la luz de la doctrina que el Evangelio de la fiesta de la Sagrada Familia nos ofrece, la primera lectura (Edo 3, 3-7.14-17a) adquiere una perspectiva altísima: “Quien honra a su padre, alcanza el perdón de los pecados […]. Quien respeta a su madre es como alguien que acumula tesoros. […] la caridad hecha a tu padre no será olvidada, pero servirá para reparar tus pecados, y en la justicia, servirá para tu edificación” (Edo 3, 4-5.15-17a).
Sobresale, en este trecho, una regla de orden,
de disciplina y de respeto que apasiona y emociona: en la familia existe una
jerarquía perfecta creada por Dios; y esto no se aplica apenas a los padres
carnales, sino también a toda autoridad, y sobre todo a la religiosa. Así,
quien ama este principio es perdonado de sus pecados, pues esta reverencia
tributada a los superiores es, en el fondo, un acto de religión y de culto a Dios,
que le alcanza, en consecuencia, gracias estupendas.
Cuando cada uno de nosotros, en su estado, fuese
llamado a obedecer, recuérdese del Niño Jesús: su camino aquí en la Tierra fue
pasar, en el contexto familiar, treinta años de vida oculta y sumisa a San José
y a María Santísima. Él, obviamente, no tenía culpas para reparar, pero
rescataba, eso sí, las transgresiones de la humanidad.
Ahora bien, este “honra a tu padre”, del cual Jesús nos dio el ejemplo, es un dictamen que contunde profundamente la mentalidad liberal de nuestros días. La vía revolucionaria que el mundo contemporáneo predica es la de la rebelión contra toda autoridad, de sublevación ante cualquier mandato y la promoción del igualitarismo. Quien tiene este estado de espíritu no obtiene el “perdón de los pecados”, ni “acumula tesoros”.
Sí, somos todos iguales, pues tenemos cabeza,
tronco y miembros, pero es una insensatez defender la existencia de la igualdad
absoluta. ¡Dios no es tartamudo para crear dos seres repetidos! Al contrario, Dios
es anti igualitario; Él ama la jerarquía y quiere una sociedad humana
escalonada, de modo que unos dependan de los otros y consideren con alegría los
aspectos por donde los demás son superiores a uno. Por lo tanto, si queremos un
día vivir en la Sagrada Familia de la Santísima Trinidad en el Cielo,
contemplando a Dios cara a cara, comprendamos que la senda de la obediencia, de
la flexibilidad y de la sumisión vale más que todas las obras que podamos
realizar.
Extractos de la versión en portugués: Festa da Sagrada Familia de Jesús, María e José
Se autoriza su publicación citando la fuente.
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