La fiesta de los hermanos celestiales.
En la Solemnidad de Todos los Santos la Iglesia nos invita a ver con esperanza en nuestros hermanos celestiales, como estímulo para recorrer por entero el camino iniciado con el Bautismo y alcanzar la plena felicidad en la gloria de la visión beatífica.
[…] III – ¡Sigamos el ejemplo de aquellos que nos precedieron en la gracia
y nos esperan en la gloria!
El hombre, aún privado
de la gracia, tiene una apetencia de infinito que no descansa mientras no fuera
saciada por la unión con Dios. Es lo que revela San Agustín, en sus
Confesiones: “Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y afuera te procuraba; y
disconforme como era, me lanzaba sobre las cosas bellas que creaste. Tú estabas
conmigo, pero yo no estaba contigo. Me retenían lejos de ti aquellas cosas que,
si no estuviesen en ti, no existirían”. [15] Esta felicidad inmensa e
indescriptible, para la cual todos nosotros somos creados, sólo la alcanzaremos
siguiendo los pasos de aquellos que nos precedieron con la señal de la Fe y que
ya gozan de ella, por su fidelidad a tal invitación.
Pidamos que esta
bienaventuranza eterna sea también para nosotros un privilegio, por los méritos
de Nuestro Señor Jesucristo, de las lágrimas de la Santísima Virgen y de la
intercesión de todos los santos que este domingo conmemoramos, a fin de un día
encontrarnos en su compañía en el Cielo. Mientras allá no lleguemos, podemos
relacionarnos con esa enorme pléyade de hermanos celestiales, miembros del
mismo Cuerpo, por un canal directo mucho más eficiente que cualquier medio moderno
de comunicación: la oración, el amor a Dios y el amor a ellos unidos a Dios.
Tengamos la certeza que, de lo alto, ellos nos miran con benevolencia, ruegan
por nosotros y nos protegen.
[15] SAN AGUSTÍN. Confessionum. L.X, c.27, n.38. In:
Obras. 6ª. Edición, Madrid: BAC, 1974, v.II, p.424.
(CLÁ DIAS EP, Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP In: “Lo inédito sobre los Evangelios”, Vol. 1, Editorial Editríce
Vaticana).
Se autoriza su publicación citando la fuente.
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