[…] El ilimitado amor de Dios nos llena de confianza.
La Liturgia de este domingo nos debe estimular a una confianza extraordinaria en la Providencia, pues, una vez unidos a Jesús, podemos decir con San Pablo, en la segunda lectura de este día: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación? ¿Angustia? ¿Persecución? ¿Hambre? ¿Desnudez? ¿Peligro? ¿Espada? ¡En todo esto, somos más que vencedores, gracias a Aquel que nos amó! Tengo la certeza de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes celestiales, ni el presente ni el futuro, ni las fuerzas cósmicas, ni la altura, ni la profundidad, ni otra criatura cualquiera, será capaz de separarnos del amor de Dios por nosotros, manifestado en Cristo Jesús, Nuestro Señor” (Rm 8, 35.37-39). El Apóstol, que ya pasó por todas esas probaciones, conservaba la fuerza de alma, el celo apostólico y el fuego para desear conquistar el mundo porque sentía el amor de Dios incidir sobre él. Si consideramos que el Padre promovió la Encarnación de su Unigénito, igual a Él, en nuestra miserable naturaleza, para sufrir indeciblemente y obtenernos la salvación, tendremos una idea de la magnitud de este amor.
Enseña Santo Tomás de Aquino [13] que el amor de Dios es tan eficaz que infunde la bondad en la criatura amada por Él. Cuando encontramos alguien muy bueno, tengamos certeza: Dios lo ama especialmente. Debemos pedir la gracia de sentir esta dilección divina por nosotros, tal como la sintieron las multitudes en el desierto al ser curadas de sus enfermedades y alimentadas con el pan más delicioso que se conoció. Él nos quiere dar todo, pero, muchas veces, somos nosotros quienes lo impedimos. Decía Santa Maravillas de Jesús: “Si tú lo dejas…”. [14] Si nos dejáramos santificar por Dios…
¡La santidad de las generaciones actuales y futuras deberá resplandecer en hombres que, reconociendo sus insuficiencias y debilidades, serán fieles a pesar de débiles y no opondrán obstáculos al amor que Dios prodiga a cada uno, pues habrán degustado la superabundancia de la generosidad divina y por esto, aún en las mayores dificultades, confiarán incondicionalmente en la inagotable Bondad Absoluta, que es Dios!
[13] Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica.
I, q.20, a.2.
[14] GRANERO, Jesús María. Madre Maravillas de Jesús. Biografía espiritual. Madrid: Fareso, 1979, p.139.
Texto original en: Comentários ao Evangelho – XVIII Domingo do Tempo Comum –Ano A – Mt 14,13-21
No hay comentarios:
Publicar un comentario