Al asumir nuestra carne, el Hijo de Dios
quiso vivir entre nosotros para darnos el ejemplo de la plenitud de la perfección
a la que desea elevarnos. La subida del Señor a los Cielos es también un punto de
imitación. ¿Entonces, como será la nuestra?
[…] Él intercede por nosotros junto al Padre
En vista de
esto, la Oración del Día adquiere especial significado al recordar que la Ascención
del Señor “ya es nuestra victoria”. [14] Y prosigue: “Hacednos exultar de alegría
y fervorosa acción de gracias, pues, miembros de su Cuerpo, somos llamados en
la esperanza de participar de su gloria”. [15] ¡Él está sentado en el trono de Dios,
a la derecha del Padre, como Intercesor, Mediador y Sacerdote, presentándole su
humanidad! Sin duda nos basta esto para obtener todo lo que necesitamos. Y Él
no sólo ofrece en su humanidad, como lo hace después de haber pasado por todas las
vicisitudes de un cuerpo padeciente, por la Pasión y por la Muerte.
El padre Monsabré,
célebre predicador dominico, hace algunas consideraciones sobre el tema: “Allí
tú concluyes la obra de nuestra salvación. Allí tú haces un llamamiento a
nuestra fe, a nuestra esperanza, a nuestro amor, a nuestras adoraciones; allí,
precursor diligente y devoto, nos preparas un lugar, mostrándonos la vía que
seguiste y las generaciones bienaventuradas que has libertado del poder de satanás.
Allí, Pontífice misericordioso, muestras tus llagas y aplicas, en nuestro
favor, los sufrimientos y los méritos de tu Pasión y de tu Muerte; desde allí
derramas sobre nosotros todos tus dones. De allí, tú vendrás un día, ley
subsistente y viva, Sabiduría Encarnada, Señor de toda criatura, ejemplar de
toda vida, plenitud de toda gracia, desde allí vendrás revestido de gran poder
y de gran majestad, para juzgar a los vivos y a los muertos”. [16]
De este modo,
tenemos al lado del Padre a alguien que participa de nuestra naturaleza, de
nuestra carne y de nuestros huesos, para advocar por nosotros, acompañado por María
Santísima, que siempre vela con incansable maternidad por los hombres.
La Ascención del Señor |
Pidamos a ellos
la gracia que nuestras almas no sean tiznadas por las ilusiones que llevaron a
los apóstoles a buscar una felicidad meramente humana. Que nuestra atención esté
siempre orientada para las cosas de lo alto, buscando restituir a Dios todo
cuanto recibimos de Él, a lo largo de la vida. Y así como estamos en este mundo
para imitar a Nuestro Señor Jesucristo, que se encarnó para ser el Modelo Supremo,
también debemos ser nosotros ejemplos para los demás. Esta es la verdadera
perspectiva en este estado de prueba: ¡mantener siempre la esperanza que, en
determinado momento, estaremos en cuerpo y alma en los Cielos, en un eterno y
sublime convivio con Dios!
[14] SOLENIDADE DA ASCENSÃO DO SENHOR. Oração
do Dia. In: MISSAL ROMANO. Trad. Portuguesa da 2a. edição típica para o Brasil
realizada e publicada pela CNBB com acréscimos aprovados pela Sé Apostólica.
9ª. ed. São Paulo: Paulus, 2004, p.313.
[15] Idem,
ibidem.
[16] MONSABRÉ,
OP, Jacques-Marie-Louis. Le Triomphateur. In: Exposition du Dogme Catholique.
Vie de Jésus-Christ. Carême 1880. 9ª. ed. Paris: Lethielleux, 1903, v.VIII,
p.327-329.
Texto original completo: Comentários ao Evangelho – Solenidade da Ascensao do Senhor
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