[…] IV – La parábola
del administrador fiel -
En los versículos finales (41-48), respondiendo a una
pregunta de Pedro que deseaba saber si la parábola era exclusivamente para
ellos o para todos, el Divino Maestro elabora otra, la del “administrador fiel
y prudente”. El carácter universal de su enseñanza se hace evidente y, por lo
tanto, se aplica a cualquiera de nosotros. Basta con mirar atentamente la
incertidumbre sobre el momento de nuestra muerte para darnos cuenta de la
enorme importancia de la virtud de la vigilancia.
Obligaciones
de quien tiene autoridad sobre otros
Al usar la imagen del administrador, Él busca representar a
aquellos que tienen cierta autoridad o poder sobre otros. La aplicación se
centró directamente en Pedro y los Apóstoles, quienes recibirían la institución
de la Iglesia en sus manos, y también incluiría a padres, tutores, etc.
En estos versículos, el prisma sigue siendo el de la
vigilancia, pero ahora con otra nota característica: la de la prudente
fidelidad. La primera obligación del administrador es no apropiarse de ninguno
de los bienes que se le ha confiado y, por lo tanto, no buscar su placer, su
gloria y su voluntad, sino el puro interés de su señor. En segundo lugar, debe
ser prudente, discernir con sentido de jerarquía cómo distribuir el trabajo en
proporción a los talentos y fortalezas de cada uno. Además, debe satisfacer las
necesidades de todos brindándoles los medios, instrucciones, apoyo, etc., para
llevar a cabo el desempeño de las respectivas funciones.
Al proceder con este amor a la perfección, la autoridad, al
encontrarse con su señor, más allá de la bienaventuranza, recibirá la
administración de todas sus posesiones.
El
castigo del administrador infiel
En cuanto al administrador infiel, también con rasgos poco
realistas, el Divino Maestro busca delinear la causa principal de sus delitos: olvidar
que tiene un señor y que éste volverá, o convencerse de que su maestro no
volverá pronto. Luego trata de la proporcionalidad de los castigos, mostrando
cómo, por justicia, "a todo aquel a quien se le ha dado mucho, se le
exigirá mucho" (v. 48). Es en esto,
en particular, que se concentra el foco de la respuesta del Maestro a San
Pedro, cuya sustancia a casi todos los santos hace temer y temblar. ¡Cuántos de
ellos no han buscado un camino penitencial al considerar estas palabras
divinas!
Mons. Joao S. Clá Dias, EP |
Sobre este mensaje, comenta el cardenal Gomá: “Como en la
otra vida no hay igualdad de premios, de la misma forma no hay igualdad de
castigos, dice San Basilio. Serán condenados a las llamas todos los que lo
tengan merecido, unos, sin embargo, las sufrirán de modo más intenso que otros;
todos serán roídos por el gusano inextinguible, pero éste será más fuerte o más
indolente. Por lo tanto, dice Teofilato, los sabios y doctores, que deberían
haber actuado de acuerdo con su doctrina y alentado a otros, serán atormentados
con mayor rigor. Este pensamiento debería hacernos temblar si Dios nos
favoreció con dones de privilegio en el conocimiento de su voluntad, o nos otorgó
gracias extraordinarias, o nos concedió poderes para comunicar su voluntad a
los demás". (15)
Que la Liturgia de este domingo nos compenetre a fondo de la gran necesidad de ser diligentes en la preparación de nuestro encuentro con el Señor, el cual puede darse en el momento menos esperado. Que usemos bien de nuestro tiempo, palabras y acciones. En síntesis, que seamos siempre santos.
(15) Isidro Gomá y Tomás, El Evangelio explicado, Ediciones
Acervo, Barcelona, 1967, v. II, p. 194.
Texto completo: Evangelho XIX Domingo do Tempo Comum – Ano C - Lc 12, 32-48