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jueves, 23 de mayo de 2019

Comentarios al Evangelio VI Domingo de Pascua (domingo 26 de mayo) -Ciclo C- por Mons. Joao S. Clá Dias, EP

[…] Presencia íntima de Dios, como Padre y como Amigo
Con mucha claridad y precisión teológica, el gran teólogo P. Antonio Royo Marín, OP, resume la esencia de esa inabitación de la Santísima Trinidad en el alma del justo, afirmada por Jesús en este versículo: “Presencia íntima de Dios uno y trino, como Padre y como Amigo. Este es el hecho colosal que constituye la propia esencia de la inabitación de la Santísima Trinidad en el alma justificada por la gracia santificante y por la caridad sobrenatural.
"En el cristiano, la inabitación equivale a la unión hipostática en la persona de Cristo, aunque no sea ella, sino la gracia santificante, la que nos constituye formalmente hijos adoptivos de Dios. La gracia santificante penetra y embebe formalmente nuestra alma, divinizándola. Pero la divina inabitación es como la encarnación en nuestras almas de lo absolutamente divino: del propio ser de Dios tal como es en sí mismo, uno en esencia y trino en personas" [9].
Estas son las maravillas del universo sobrenatural que nos hacen, a través de las virtudes teologales, acompañar fructuosamente las revelaciones traídas a la tierra por el Verbo Encarnado: "para que todos sean uno, como Tú, Padre, estás en Mí y Yo en Ti, para que también ellos, sean uno en Nosotros (…) Yo (Juan 17, 21 e 23). Después de haber enseñado la gran importancia del amor a Dios, o sea, de la perfecta caridad, en los versículos posteriores, Jesús estimula los discípulos a la práctica de las otras virtudes teologales: la de la Fe y de la Esperanza.
La Ascención del Señor
III – Conclusión
A esta impostación de espíritu nos invita el Evangelio de hoy. Jesús no está visible entre nosotros, pues, hace dos milenios, subió al cielo. Sin embargo, por el sacramento del Bautismo y por la acción del Espíritu Santo, su figura se encuentra delineada en nuestras almas, invitándonos a amarle con exclusividad. Las gracias nos amparan en ese camino. Toda nuestra existencia gira en torno a dos únicos amores, pues no hay un tercero: el amor a Dios llevado hasta el olvido de sí mismo, o el amor a sí mismo llevado al olvido de Dios. ¿Cuál de esos amores es practicado en nuestra era histórica, y cuáles son las consecuencias correspondientes? Es una buena cuestión para considerarse con toda seriedad con ocasión de la Ascensión del Señor al Cielo, de donde vendrá a juzgar a los vivos ya los muertos, es decir, a los que amaron y a los que se negaron a amar.
(CLÁ DIAS EP, Monseñor Joao Scongnamiglio. In: “Lo inédito sobre los Evangelios”, Vol. III Librería Editrice Vaticana).
[9] Suma Teológica I, q 8, a 3


Texto completo en: Comentários ao Evangelho VI Domingo da Páscoa – Ano C