En efecto, según los gnósticos de la época [de Jesús], para obtener la salvación sólo bastaba con el conocimiento –gnosis- de ciertos secretos referentes al origen del universo y a la liberación del alma humana. Quien alcanzase este grado de conocimiento sería perfecto y estaría eximido de las buenas obras. O sea, la doctrina gnóstica importaba en la negación de la moral. Parafraseando el famoso dicho de San Agustín — “Dilige, et quod vis fac” [6] —, bien se podría resumir en estas palabras: “Conoce y haz lo que quieras”.
La fe crece por la práctica del amor
La fe, virtud pasible de aumento
y de disminución, es la puerta por donde entran las demás virtudes. ¿Cómo sucede
esto? El conocer –aun en la penumbra- aquello que es de Dios despierta en el
alma el amor y la adhesión al magnífico panorama develado por la fe. [7] No
obstante, es la caridad que nos hace amar a Dios con una apertura de alma
propia a la elevación de Él. La caridad, es por sí, superior a la fe. ¿Por qué?
Porque la caridad hace volar hasta Dios y dilata nuestra alma para poder amarla
como Él se ama, en la proporción creatura y Creador, mientras que la fe trae Dios
hacia nosotros. [8] Si nos limitamos a entender, sin amor, la fe pierde su
savia y su vitalidad, y muere. Entonces es necesario comprender y, en ese mismo
acto, amar.
También en la segunda lectura –combatiendo los desvíos de los gnósticos, quienes afirmaban era un absurdo el cumplimiento de los preceptos de la Ley-, San Juan nos da otra importante lección: amar a Dios es “observar sus Mandamientos. Y sus Mandamientos no son pesados, pues todo el que nació de Dios vence al mundo. Y esta es la victoria que venció al mundo: nuestra fe” (I Juan 5, 3-4). ¡No olvidemos que es imposible guardar los Mandamientos de la Ley de Dios en virtud de nuestra naturaleza pero, mientras dependamos de la gracia, venceremos al mundo, al diablo y a la carne! Y para obtener las gracias necesarias, nos es exigido tener una vida interior intensa: mucha oración y frecuencia de los Sacramentos, sobre todo la Eucaristía.
Mons. Joao Clá Dias, EP |
De este modo, la Liturgia del 2°
Domingo de Pascua nos proporciona elementos excelentes para que practiquemos
las tres principales virtudes, aquellas que nos relacionan directamente con
Dios: la fe, la esperanza y la caridad. Agradezcamos a Cristo, Señor nuestro,
la inestimable bienaventuranza de creer sin ver y pidamos a Él el continuo
crecimiento en esta fe.
6) SAN AGUSTIN. In Epistolam bannis ad Parthos tractatus decem.
Tractatus VII, n.8. In: Obras. Madrid: BAC, 1959, v.XVIII, p.304.
7) Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma
Teológica. II-JI, q.4, a.7.
8) Cf. Idem, q.23, a.6, ad 1.
Se autoriza su publicación
citando la fuente.
Trechos extraídos del texto
original en portugués: Comentários de Mons. João Clá Dias ao Evangelho do 2°Domingo da Páscoa – Ano B – Jo 20, 19 – 31
Ilustración principal: Nuestro
Señor Jesucristo aparece en el Cénaculo – Museo San Pío V, Valencia (España)
[Mons. João Clá Dias, EP es fundador de los Heraldos del Evangelio]
No hay comentarios:
Publicar un comentario