La Parábola de los Talentos
[…] ¡Progresar siempre!
De este modo, la Liturgia de este domingo, nos recuerda una verdad esencial: el progreso en la vida espiritual no es una opción, sino una obligación; tenemos que devolver a Dios mucho más de lo que Él nos confió para hacer rendir. Una vez que Él nos asiste a cada paso con su gracia, ayudándonos a cumplir bien esta misión.
¡Nuestra gratitud debe ser proporcional; por lo
tanto precisa ser mayor en relación a los dones sobrenaturales, ya que lo recibido
de gracias es incalculable! Una única Comunión, por ejemplo, ya sería
suficiente para justificar la vida entera de un hombre. Él podría vivirla toda
preparándose para, al final, recibir una vez en su corazón a Nuestro Señor
sacramentado; y después, en la acción de gracias, decirle: “’Nunc dimittis servum tuum’ (Lc 2, 29). Dejad ahora partir en paz
a vuestro siervo, porque acogí al propio Jesucristo en Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad en las especies eucarísticas. Porque la Luz que vino a iluminar las
naciones penetró en mi alma asumiéndola y santificándola”. La Sagrada
Eucaristía está allí, continuamente a nuestra disposición, para brindarnos
favores espirituales extraordinarios…
Todos nosotros tenemos capacidades y dones, y la
consecuente obligación de desarrollarlos en favor del prójimo, de hacer
apostolado con nuestros semejantes, de manera que ellos también participen de
estos beneficios que recibimos gratuitamente de Dios. En caso contrario,
tomaremos el triste camino del tercer siervo [citado en la Parábola de este
domingo 33° del Tiempo Ordinario].
Se trata entonces, de sacrificar nuestros intereses personales y hacer bien a los hermanos, nunca colocándonos en el centro de las atenciones, las cuales deben dirigirse únicamente hacia Dios, a quien todo pertenece.
Monseñor
João Clá S. Dias, EP
En realidad, el Señor verdadero, nos cobrará en el día del Juicio; este Señor no viajó, pero está siempre entre nosotros, y nos acompaña a cada paso rumbo a la eternidad, ayudándonos en todas las necesidades.
Mientras tanto, si de algo nuestra conciencia
nos acusara al meditar sobre este pasaje del Evangelio, recordemos que en la
parábola falta una figura: la Madre del Señor. Ella siempre está a nuestro
lado, acompañándonos y advocando por nuestra causa delante de su Divino Hijo.
Pidamos que esta afectuosa Madre nos obtenga, en cualquier situación en la cual
nos encontremos, un irresistible influjo de gracias, de manera a hacernos
rendir al máximo los talentos recibidos.
Texto original, en portugués: Comentário ao Evangelho – XXXIII Domingo do Tempo Comum – Mt 25, 14-30
Se autoriza su publicación citando la fuente.
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