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Jesús realizó otras muchas señales delante de los discípulos, que no están
escritas en este libro. 31 Pero éstas fueron escritas para que crean que Jesús
es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo tengan la vida en su
nombre.
San Juan escribió su Evangelio, que es el
último, al final del primer siglo, muchos años después de concluidos los otros
tres. Diríase que no era necesario redactarlo, porque la historia de Jesús ya
estaba contada en los sinópticos. Sin embargo, el Discípulo Amado tenía bajo su
responsabilidad a las comunidades cristianas de Asia Menor, nacidas bajo el
influjo del apostolado de San Pablo, y compuso el cuarto Evangelio con el
objetivo de proteger a los fieles de las herejías que comenzaban a propagarse
en aquella época, provocando confusión sobre Jesucristo.
Sobre todo, para combatir la doctrina gnóstica,
que negaba la Encarnación del Verbo, como también la unión hipostática, y
consideraba apenas la humanidad de Cristo.[7] San Juan quiso corregir esa
visualización humana –la cual tantas veces se repitió a lo largo de la Historia-,
dejando consignada una verdadera exposición doctrinaria sobre la divinidad de
Jesús. Imposible sería narrar todo lo que el Divino Maestro hizo, pues la vida
de Él fue una simbología permanente. Por esta razón, el Evangelista seleccionó
los episodios más adecuados a la finalidad que tenía en vista, entre los cuales
los dos encuentros de Jesús con los discípulos, mencionados en este Evangelio.
En efecto, ellos nos hacen concluir fácilmente que Nuestro Señor Jesucristo es
el Hijo del Dios Vivo y que en Él debemos ver más el lado divino que el humano.
III –
¡Somos llamados a la bienaventuranza!
En función a Santo Tomás, el Salvador declaró que todos los que lo siguen, a partir de su Ascención a los Cielos, precisarían creer en la palabra de aquellos que Él escogió como sus testigos. Y hace más o menos dos mil años que la Iglesia vive de esta fe. Es lo que vemos en la escena descrita en la primera lectura (Hechos 2, 42, 47), extraída de los Hechos de los Apóstoles. La comunidad de los fieles nace pequeña, pero da origen a todas las otras comunidades, porque “eran perseverantes en oír la enseñanza de los Apóstoles, en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hechos 2, 42). La Iglesia germina fundamentada en esa fe, la cual constituyó un valioso elemento para mover las almas a la conversión y debe existir entre nosotros. Si así fuese, el apostolado se hará por sí, y seremos meros instrumentos para la actuación del Espíritu Santo.
En función a Santo Tomás, el Salvador declaró que todos los que lo siguen, a partir de su Ascención a los Cielos, precisarían creer en la palabra de aquellos que Él escogió como sus testigos. Y hace más o menos dos mil años que la Iglesia vive de esta fe. Es lo que vemos en la escena descrita en la primera lectura (Hechos 2, 42, 47), extraída de los Hechos de los Apóstoles. La comunidad de los fieles nace pequeña, pero da origen a todas las otras comunidades, porque “eran perseverantes en oír la enseñanza de los Apóstoles, en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hechos 2, 42). La Iglesia germina fundamentada en esa fe, la cual constituyó un valioso elemento para mover las almas a la conversión y debe existir entre nosotros. Si así fuese, el apostolado se hará por sí, y seremos meros instrumentos para la actuación del Espíritu Santo.
Tengamos siempre presente que, si no tuvimos la
gracia de convivir con Nuestro Señor Jesucristo, ni ver y tocar sus divinas
llagas, nos fue reservada, según la afirmación del Divino Maestro, una
bienaventuranza mayor que la de ellos: creer en la Santa Iglesia Católica
Apostólica Romana. Se podrían aplicar a nosotros las palabras de San Pedro en
la segunda lectura (I Pd 1, 3-9) de este domingo: “Sin haber visto el Señor,
ustedes lo aman. Sin verlo, creen en Él. Esto será para ustedes fuente de
alegría indecible y gloriosa, pues obtendrán aquello en que creen: su salvación”
(I Pd 1, 8-9).
[7] Cf. LA POTTERIE, SJ, Ignace de. La verdad de
Jesús. Madrid: BAC, 1979, p.283; JAUBERT, Annie. El Evangelio según San Juan.
Estella: Verbo Divino, 1987, p.8.
(CLÁ DIAS, Mons. Joao Clá In: “Lo inédito sobre los Evangelios” Vol. I, Editrice Vaticana)
Texto completo [en portugués]: Comentario al Evangelio del Domingo II de Pascua -Ciclo A- por Mons. Joao S. Clá Dias, EP