[…] ¡Per
crucem ad lucem! Por la cruz, se llega a la luz.
Contrariamente a la quimera sugerida por cierta
mentalidad muy difundida, no es posible abolir la cruz de la faz de la Tierra,
pues en general todo ser humano sufre. […]
El dolor es nuestro
compañero y sólo dejará de existir en el Paraíso Celestial. Es imprescindible
al hombre, por lo tanto, comprender el verdadero valor del sufrimiento, pues
una actitud equivocada frente a él lleva a algunos a caer en el abatimiento; a
otros rebelarse contra la Providencia; a otros –quizá la mayoría- a querer esquivarse
de cargar la propia cruz. […] Compenetrémonos que el dolor tiene incontables
beneficios para nuestra salvación.
El combate del católico es su gloria
La lección de la Liturgia en este inicio de Semana Santa
debe ser guardada en el recuerdo hasta nuestro último suspiro: ¡somos
combatientes! No fuimos hechos para apoyar a aquellos que ponen sus esperanzas
en el mundo, sino para defender a Nuestro Señor Jesucristo […].
En esta Semana Santa, unámonos
a Nuestro Señor Jesucristo y hagamos compañía a la Santísima Virgen en los
dolores que a lo largo de los próximos días se van a develar frente a nuestros
ojos, con la seguridad de la gloria que detrás de ellos espera manifestarse.