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sábado, 21 de septiembre de 2019

Comentario al Evangelio XXV Domingo T.O. (domingo 22 de septiembre) por Mons. Joao S. Clá Dias, EP

[…] Sagacidad de los hijos de este mundo
8 “Y el señor alabó al capataz deshonesto por haber procedido sagazmente. Porque los hijos de este mundo son más expertos que los hijos de la luz”.

Aquí viene otro versículo muy discutido entre los autores. El elogio del señor de la parábola no recae sobre los aspectos ilícitos e inmorales de los actos practicados por su administrador, sino sobre su astucia. "Estas parábolas se denominan contradictorias para comprender que, si puede ser alabado por su amo el hombre que defraudó sus bienes, mucho más deben agradar a Dios los que hacen aquellas obras de acuerdo a sus preceptos” (10).

Por “hijos de este mundo” debemos entender como siendo aquellos que sólo se preocupan con los bienes temporales. Los “hijos de la luz” creen en la vida eterna después de la muerte, en la resurrección final y trabajan por su salvación. Sin embargo, la “prudencia” de los primeros es infatigable, decidida, pertinaz, inteligente, hábil para conseguir sus objetivos. Entonces, debemos estar ante nuestro fin último, y en esto consiste el consejo implícito en la comparación hecha por Jesús. Sólo para enfatizar la claridad de la comprensión, vale la pena señalar que los "hijos de la luz" son muchas veces inferiores en prudencia, pero no en sabiduría (11).

9 Por eso les digo: "Hazte amigo con las riquezas de la iniquidad, para que cuando te necesiten, puedan recibirte en los tabernáculos eternos".

Este versículo tiene mayor razón de continuidad con los cuatro siguientes (10 a 13) que con los comentados hasta aquí (1 a 8). Poseen ellos (vs. 9 a 13) un mismo concepto teológico sobre la riqueza, mientras que la parábola narrada anteriormente resalta más la importancia de la sagacidad y de la prudencia a ser utilizadas en vista de la vida eterna. Se trata, por lo tanto, de dos consideraciones diferentes que deben ser analizadas según las respectivas esencias.

Dios es el verdadero propietario de todo el Universo

10 Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho. 11 Si entonces no fueras fiel en las riquezas perversas, ¿quién te confiaría las verdaderas? 12 Y si no fueras fiel a otro, ¿quién te dará lo que es tuyo? 13 Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, u odiará uno y amará al otro, o será aficionado a uno y despreciará al otro. No puedes servir a Dios y al dinero.

Algunos autores dan a estos cuatro versículos el título de “apéndices parabólicos sobre las riquezas”. Las tres máximas contenidas en ellos son de fácil comprensión y evitan largas consideraciones.

Cabe señalar que Jesús no condena la propiedad, sino que la toma como una propiedad que se administrará temporalmente para la vida eterna. El hombre no es sino un simple administrador. Dios, si, es el auténtico propietario. Si esta distinción es ignorada por el hombre, termina por violar la supremacía de Dios como Señor de todo lo creado, ingresando así, en la injusticia.

“Las riquezas en esta tierra no son la posesión absoluta del hombre. Él es administrador de estos bienes de Dios. Debes serle fiel en ellos. Es la expresión externa de su fidelidad. Así recibirá los 'propios' que, en este contexto, por la oposición establecida, parecen referirse a los dones espirituales que Dios, en compensación por esta fidelidad requerida para los otros, otorga en abundancia al discípulo” (12).


Las expresiones: “riquezas verdaderas” y “lo que es tuyo” se refieren a los bienes sobrenaturales, los dones de la gracia, los únicos eternos y absolutos.
Sobre el último versículo (v.13), San Mateo lo coloca a lo largo del Sermón de la Montaña y en una formulación casi idéntica: "Nadie puede servir a dos señores, porque se odiará a uno y se amará al otro, o amará a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas" (Mt 6, 24). Tanto en Lucas como en Mateo, "se presenta la tesis y se da la razón de que no puede servir a dos señores: a Dios y a las riquezas. Por supuesto, entendido en un sentido de apego a ellas o en una adquisición o el uso reprobable de ellas” (13).


En estos versículos finales (9 a 13), el Divino Maestro se manifiesta como el Heraldo del desapego de todo lo que pasa. No es ilícito guardar los bienes en un cofre, lo que no podemos es atesorarlo en nuestros corazones.

(CLÁ DIAS EP, Mons.Joao Scognamiglio. In: “Lo inédito sobre los Evangelios”, Vol. III Librería Editrice Vaticana)

10) Santo Agostinho, apud São Tomás de Aquino, Catena Aurea.
11) Cf. Orígenes, apud São Tomás de Aquino, Catena Aurea.
12) Pe. Manuel de Tuya OP, Biblia Comentada, BAC, Madrid, 1964, v. II, p. 874.
13) Id., ibid.

Texto completo: Comentários ao Evangelho 25º Domingo do Tempo Comum – Ano C – Lc 16, 1-13