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jueves, 18 de julio de 2019

Comentario al Evangelio XVI Domingo T.O. (domingo 21 de julio) por Mons. Joao S. Clá Dias, EP


[...] IV – Ser perfecto en la acción y en la contemplación.
Marta, por ser virtuosa, sin duda recibió bien las palabras de Nuestro Señor y percibió que, de hecho, había recorrido vías equivocadas.
¿Cómo procedió ella luego de la represión divina? Ciertamente continuó sirviéndole, pero sin agitación. Llena de paz, alegría y consuelo, debe haber estado agradecida por la lección que había recibido, aceptándola en lo más profundo de su alma por la acción de la gracia. "Reprende al justo, y él te amará" (Prov. 9: 8). Entonces ella amó más a nuestro Señor Jesucristo, después de esta cariñosa corrección.
Debemos imitar a las dos hermanas: hacer todos los actos cotidianos con el amor de María, pero como Marta, cumpliendo nuestras obligaciones de modo eximio. Porque la vida de los hombres tiene momentos de acción y de contemplación y, tanto para unos como otros, es necesario ser “perfecto como el Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48).
De la contemplación proviene la acción
En esta tierra, nuestra vida debe estar marcada por la preocupación primera de cuidar de las cosas eternas. Como bien lo explica el padre Romano Guardini, la existencia humana se desarrolla en dos planos paralelos: el interior y el exterior. El más importante, sin embargo, es el interior, pues, en último análisis, de él proviene el exterior.
"De esta manera, agrega, en la vida ordinaria de los hombres, el interior se sobrepone al exterior. Tiene el carácter de ‘un necesario’, que debe aparecer claramente primero. Si las raíces se enferman, el árbol puede continuar creciendo por algún tiempo, pero terminará muriendo. Y esto es una gran verdad que se aplica para la vida de la fe.
Allí también hay un plano exterior: se habla, se oye, se trabaja y se lucha, hay obras e instituciones, pero el sentido último de todo reside en el interior. El trabajo de Marta es justificado por María”. [21]
Siguiendo la invitación que se nos hace en este trecho del Evangelio, hagamos los esfuerzos necesarios para elevar al Cielo nuestras miradas deformadas por el espíritu naturalista, porque en el umbral de la eternidad, las cosas concretas nos serán retiradas. Nuestra fe se transformará en la visión de Dios, cara a cara; nuestra esperanza, en posesión definitiva del Sumo bien; y la caridad alcanzará su plenitud.
Muchos más felices que María y Marta
Hoy somos mucho más afortunados que Marta, pues recibimos a Jesús, no en nuestra casa sino en nuestro corazón.  Él se entrega a nosotros en la Eucaristía y, en lugar de preocuparnos en prepararle una comida, Él nos nutre con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. ¡La situación, por lo tanto, mucho más feliz y celestial que la de la familia de Betania que tantas veces acogió a Nuestro Señor! Agradezcamos a Martha por su celo por dar la bienvenida a Jesús, alabemos a María por el ejemplo del amor a Dios, pero sobre todo, demos gracias a Jesús por lo que Él hace, a cada momento, por cada uno de nosotros.
Santa Marta era santa, aunque no consta que fuese contemplativa. Entonces, ¿qué más se podría pedir que llegar a ser como esta bienaventurada, que mereció hospedar a Nuestro Señor varias veces en su casa?
¿Y prepararle la comida, y servirle, y sentarse a la mesa para comer con Él? Si ella, como Magdalena, hubiese permanecido arrobada a los pies del Señor, nadie le habría servido la comida al Divino Huésped.
Consideren, entonces, que esta congregación es la casa de Santa Marta y que debe haber todo en ella. Por lo tanto, aquellos que son llevados a la vida activa, no murmuren contra aquellos que estén dedicados en la contemplación. [...]
Recuerden que es preciso que haya alguien que prepare las comidas y considérense felices por estar sirviendo, como lo hizo Marta.
El Señor en la casa de Betania con Marta y María
Consideren que la verdadera humildad consiste principalmente en estar preparados para lo que el Señor quiere hacer de nosotros, contentarnos con su voluntad divina y encontrarnos siempre indignos de ser llamadas sus siervas. ¿Pues, si contemplar y hacer oración mental y vocal, curar enfermos, servir en los quehaceres de la casa, trabajar aunque sea en las funciones más humildes, si todo es servir al Divino Huésped, que viene hasta nosotros para convivir, alimentarse y recrearse, qué nos importa si lo hacemos de un modo u otro?
(CLÁ DIAS EP, Monseñor Joao Scognamiglio in “Lo inédito sobre los Evangelios”)

[21] GUARDINI, Romano. O Senhor. s/l: Agir, s/d, p.196.
(Revista Arautos do Evangelho, Julho/2010, n. 103, p. 10 à 15)