[...] IV – Ser perfecto en la
acción y en la contemplación.
Marta, por ser virtuosa, sin duda recibió bien las palabras de Nuestro Señor y percibió que, de hecho, había recorrido vías equivocadas.
¿Cómo procedió ella luego de la represión divina? Ciertamente continuó sirviéndole, pero sin agitación. Llena de paz, alegría y consuelo, debe haber estado agradecida por la lección que había recibido, aceptándola en lo más profundo de su alma por la acción de la gracia. "Reprende al justo, y él te amará" (Prov. 9: 8). Entonces ella amó más a nuestro Señor Jesucristo, después de esta cariñosa corrección.
Debemos
imitar a las dos hermanas: hacer todos los actos cotidianos con el amor de
María, pero como Marta, cumpliendo nuestras obligaciones de modo eximio. Porque
la vida de los hombres tiene momentos de acción y de contemplación y, tanto para
unos como otros, es necesario ser “perfecto como el Padre celestial es perfecto”
(Mt 5, 48).Marta, por ser virtuosa, sin duda recibió bien las palabras de Nuestro Señor y percibió que, de hecho, había recorrido vías equivocadas.
¿Cómo procedió ella luego de la represión divina? Ciertamente continuó sirviéndole, pero sin agitación. Llena de paz, alegría y consuelo, debe haber estado agradecida por la lección que había recibido, aceptándola en lo más profundo de su alma por la acción de la gracia. "Reprende al justo, y él te amará" (Prov. 9: 8). Entonces ella amó más a nuestro Señor Jesucristo, después de esta cariñosa corrección.
De la contemplación
proviene la acción
En esta tierra, nuestra vida debe estar marcada por la preocupación primera de cuidar de las cosas eternas. Como bien lo explica el padre Romano Guardini, la existencia humana se desarrolla en dos planos paralelos: el interior y el exterior. El más importante, sin embargo, es el interior, pues, en último análisis, de él proviene el exterior.
"De esta manera, agrega, en la vida ordinaria de los hombres, el interior se sobrepone al exterior. Tiene el carácter de ‘un necesario’, que debe aparecer claramente primero. Si las raíces se enferman, el árbol puede continuar creciendo por algún tiempo, pero terminará muriendo. Y esto es una gran verdad que se aplica para la vida de la fe.
En esta tierra, nuestra vida debe estar marcada por la preocupación primera de cuidar de las cosas eternas. Como bien lo explica el padre Romano Guardini, la existencia humana se desarrolla en dos planos paralelos: el interior y el exterior. El más importante, sin embargo, es el interior, pues, en último análisis, de él proviene el exterior.
"De esta manera, agrega, en la vida ordinaria de los hombres, el interior se sobrepone al exterior. Tiene el carácter de ‘un necesario’, que debe aparecer claramente primero. Si las raíces se enferman, el árbol puede continuar creciendo por algún tiempo, pero terminará muriendo. Y esto es una gran verdad que se aplica para la vida de la fe.
Allí
también hay un plano exterior: se habla, se oye, se trabaja y se lucha, hay
obras e instituciones, pero el sentido último de todo reside en el interior. El
trabajo de Marta es justificado por María”. [21]
Siguiendo
la invitación que se nos hace en este trecho del Evangelio, hagamos los
esfuerzos necesarios para elevar al Cielo nuestras miradas deformadas por el
espíritu naturalista, porque en el umbral de la eternidad, las cosas concretas
nos serán retiradas. Nuestra fe se transformará en la visión de Dios, cara a
cara; nuestra esperanza, en posesión definitiva del Sumo bien; y la caridad
alcanzará su plenitud.
Muchos más felices que
María y Marta
Hoy somos mucho más afortunados que Marta, pues recibimos a Jesús, no en nuestra casa sino en nuestro corazón. Él se entrega a nosotros en la Eucaristía y, en lugar de preocuparnos en prepararle una comida, Él nos nutre con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. ¡La situación, por lo tanto, mucho más feliz y celestial que la de la familia de Betania que tantas veces acogió a Nuestro Señor! Agradezcamos a Martha por su celo por dar la bienvenida a Jesús, alabemos a María por el ejemplo del amor a Dios, pero sobre todo, demos gracias a Jesús por lo que Él hace, a cada momento, por cada uno de nosotros.
Hoy somos mucho más afortunados que Marta, pues recibimos a Jesús, no en nuestra casa sino en nuestro corazón. Él se entrega a nosotros en la Eucaristía y, en lugar de preocuparnos en prepararle una comida, Él nos nutre con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. ¡La situación, por lo tanto, mucho más feliz y celestial que la de la familia de Betania que tantas veces acogió a Nuestro Señor! Agradezcamos a Martha por su celo por dar la bienvenida a Jesús, alabemos a María por el ejemplo del amor a Dios, pero sobre todo, demos gracias a Jesús por lo que Él hace, a cada momento, por cada uno de nosotros.
Santa
Marta era santa, aunque no consta que fuese contemplativa. Entonces, ¿qué más
se podría pedir que llegar a ser como esta bienaventurada, que mereció hospedar
a Nuestro Señor varias veces en su casa?
¿Y
prepararle la comida, y servirle, y sentarse a la mesa para comer con Él? Si
ella, como Magdalena, hubiese permanecido arrobada a los pies del Señor, nadie
le habría servido la comida al Divino Huésped.
Consideren, entonces, que esta congregación es la casa de Santa Marta y que debe haber todo en ella. Por lo tanto, aquellos que son llevados a la vida activa, no murmuren contra aquellos que estén dedicados en la contemplación. [...]
Consideren, entonces, que esta congregación es la casa de Santa Marta y que debe haber todo en ella. Por lo tanto, aquellos que son llevados a la vida activa, no murmuren contra aquellos que estén dedicados en la contemplación. [...]
Recuerden
que es preciso que haya alguien que prepare las comidas y considérense felices
por estar sirviendo, como lo hizo Marta.
El Señor en la casa de Betania con Marta y María |
Consideren
que la verdadera humildad consiste principalmente en estar preparados para lo
que el Señor quiere hacer de nosotros, contentarnos con su voluntad divina y
encontrarnos siempre indignos de ser llamadas sus siervas. ¿Pues, si contemplar
y hacer oración mental y vocal, curar enfermos, servir en los quehaceres de la
casa, trabajar aunque sea en las funciones más humildes, si todo es servir al
Divino Huésped, que viene hasta nosotros para convivir, alimentarse y recrearse,
qué nos importa si lo hacemos de un modo u otro?
(CLÁ DIAS EP, Monseñor Joao Scognamiglio in “Lo inédito sobre los Evangelios”)
(CLÁ DIAS EP, Monseñor Joao Scognamiglio in “Lo inédito sobre los Evangelios”)
[21]
GUARDINI, Romano. O Senhor. s/l: Agir, s/d, p.196.
(Revista
Arautos do Evangelho, Julho/2010, n. 103, p. 10 à 15)
Texto
completo en: Comentários ao Evangelho XVI Domingo do Tempo Comum – Ano C – Lc10, 38-42