Páginas

viernes, 19 de abril de 2019

Comentarios al Evangelio del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor (domingo 21 de abril) por Monseñor Joao S. Clá Dias, EP

[…] Un aspecto poco comentado de la narración de la Resurrección de Jesús
Aunque no lo hayan afirmado los evangelistas, es de sentido común, y los buenos autores están de acuerdo a este respecto, que Jesús apareció en primer lugar a su Madre, luego de la Resurrección. En seguida, apareció a Santa María Magdalena (Mc 16,9, Jo, 1117) y luego a otras de las santas mujeres (cf. Mt 28, 9-10).
¿Por qué motivo habría elegido a las mujeres para manifestarse antes que a los Apóstoles?
Dirijamos nuestra atención hacia un pasaje del Evangelio muy poco analizado:
"Pasado el sábado, María Magdalena, María, madre de Jacobo, y Salomé compraron aromas para ungir a Jesús. Y el primer día de la semana, fueron muy temprano al sepulcro, apenas el sol había despuntado. Y decían entre sí: ¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro? "(Mc 16, 1-3).
Actuaban irreflexibamente, es decir, de modo sustancialmente imperfecto, por varias razones. Sabían que el cadáver había sido ungido dos días antes. ¿Por qué hacerlo de nuevo? Además, se trataba del cuerpo de una persona fallecida hace cuarenta y ocho horas. Por último, es de sentido común que no se debe violar una sepultura, cualquiera que sea, y las leyes romanas no toleraban una transgresión de ese tipo.
Había dificultades adicionales, como ellas mismas confiesan: "¿Quién nos ha de quitar la piedra...?" En aquella hora era improbable encontrar a hombres a los que pudieran pedir tal servicio. ¿Y en la hipótesis de que hubiese algunos, se prestarían a realizar una tarea tan riesgosa?
El sepulcro había sido sellado con todos los cuidados de los odiosos adversarios de Jesús, como sabían los discípulos. Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos "reforzaron el sepulcro, sellando la piedra y colocando guardias" (Mt 27, 62-66). ¿Cómo iban a convencer a los centinelas para permitirles abrir la tumba y retirar el cadáver?
Y nada indica que hayan expuesto sus planes a San Pedro y a los demás Apóstoles. Es más una nota de imperfección. Actuaban por cuenta propia en un asunto que podría comprometer a toda la Iglesia naciente.
Cualquier violación de la sepultura dejaría a la incipiente comunidad cristiana en complicada situación ante las autoridades judías y romanas. El simple hecho de hacerles a los vigilantes alguna propuesta en cuanto al cadáver les daría la razón a los príncipes de los sacerdotes y escribas, que habían solicitado al gobernador romano una guardia ante la tumba de Jesús, pues "sus discípulos podrían venir a robar el cuerpo y decir al pueblo : Resucitó de los muertos "…(Mt 27, 64).

Otra cuestión de gran peso para la evaluación de los hechos es ésta: ¿por qué Nuestra Señora no se unió a ellas? ¿Habrán preguntado a la Madre de Jesús si era correcto ese proceder?
Además, ellas mismas no creían en la Resurrección. De lo contrario, habrían preferido quedarse en las proximidades del Santo Sepulcro, para aguardar los acontecimientos. Igualmente, no se les habría ocurrido la idea de embalsamar nuevamente el cuerpo, a fin de protegerlo del deterioro del tiempo y de la descomposición.
Este juicio parece demasiado severo, aunque apoyado en autores de gran importancia. Y de hecho lo es. Se añade a esto que los propios Apóstoles consideraban la situación con la gravedad que estamos describiendo. Las terribles noticias sobre los acontecimientos de la Pasión del Señor, que se habían propagado por todos lados, y el odio que podían sentir en el aire, les habían inculcado terror hasta el fondo del alma. Por eso estaban encerrados en el Cenáculo.
Ahora bien, es precisamente en medio de ese clima de tragedia y pánico que aquel grupo de piadosas mujeres, sin reflexionar mucho sobre las consecuencias de sus actos, resuelve salir antes del despuntar de la aurora… […]

(CLÁ DIAS EP, Monseñor Joao Scognamiglio. In: “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen III, Librería Editrice Vaticana)