[…] Un
aspecto poco comentado de la narración de la Resurrección de Jesús
Aunque no lo hayan afirmado los evangelistas, es de
sentido común, y los buenos autores están de acuerdo a este respecto, que Jesús
apareció en primer lugar a su Madre, luego de la Resurrección. En seguida,
apareció a Santa María Magdalena (Mc 16,9, Jo, 1117) y luego a otras de las
santas mujeres (cf. Mt 28, 9-10).
¿Por qué motivo habría elegido a las mujeres para
manifestarse antes que a los Apóstoles?
Dirijamos nuestra atención hacia un pasaje del
Evangelio muy poco analizado:
"Pasado el sábado, María Magdalena, María,
madre de Jacobo, y Salomé compraron aromas para ungir a Jesús. Y el primer día
de la semana, fueron muy temprano al sepulcro, apenas el sol había despuntado.
Y decían entre sí: ¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?
"(Mc 16, 1-3).
Actuaban irreflexibamente, es decir, de modo
sustancialmente imperfecto, por varias razones. Sabían que el cadáver había
sido ungido dos días antes. ¿Por qué hacerlo de nuevo? Además, se trataba del
cuerpo de una persona fallecida hace cuarenta y ocho horas. Por último, es de sentido
común que no se debe violar una sepultura, cualquiera que sea, y las leyes
romanas no toleraban una transgresión de ese tipo.
Había dificultades adicionales, como ellas mismas
confiesan: "¿Quién nos ha de quitar la piedra...?" En aquella hora
era improbable encontrar a hombres a los que pudieran pedir tal servicio. ¿Y en
la hipótesis de que hubiese algunos, se prestarían a realizar una tarea tan
riesgosa?
El sepulcro había sido sellado con todos los
cuidados de los odiosos adversarios de Jesús, como sabían los discípulos. Los
príncipes de los sacerdotes y los fariseos "reforzaron el sepulcro,
sellando la piedra y colocando guardias" (Mt 27, 62-66). ¿Cómo iban a
convencer a los centinelas para permitirles abrir la tumba y retirar el
cadáver?
Y nada indica que hayan expuesto sus planes a San Pedro y a los demás Apóstoles. Es más una nota de imperfección. Actuaban por cuenta propia en un asunto que podría comprometer a toda la Iglesia naciente.
Y nada indica que hayan expuesto sus planes a San Pedro y a los demás Apóstoles. Es más una nota de imperfección. Actuaban por cuenta propia en un asunto que podría comprometer a toda la Iglesia naciente.
Cualquier violación de la sepultura dejaría a la
incipiente comunidad cristiana en complicada situación ante las autoridades
judías y romanas. El simple hecho de hacerles a los vigilantes alguna propuesta
en cuanto al cadáver les daría la razón a los príncipes de los sacerdotes y
escribas, que habían solicitado al gobernador romano una guardia ante la tumba
de Jesús, pues "sus discípulos podrían venir a robar el cuerpo y decir al
pueblo : Resucitó de los muertos "…(Mt 27, 64).
Otra cuestión de gran peso para la evaluación de
los hechos es ésta: ¿por qué Nuestra Señora no se unió a ellas? ¿Habrán
preguntado a la Madre de Jesús si era correcto ese proceder?
Además, ellas mismas no creían en la Resurrección.
De lo contrario, habrían preferido quedarse en las proximidades del Santo
Sepulcro, para aguardar los acontecimientos. Igualmente, no se les habría
ocurrido la idea de embalsamar nuevamente el cuerpo, a fin de protegerlo del
deterioro del tiempo y de la descomposición.
Este juicio parece demasiado severo, aunque apoyado
en autores de gran importancia. Y de hecho lo es. Se añade a esto que los
propios Apóstoles consideraban la situación con la gravedad que estamos
describiendo. Las terribles noticias sobre los acontecimientos de la Pasión del
Señor, que se habían propagado por todos lados, y el odio que podían sentir en
el aire, les habían inculcado terror hasta el fondo del alma. Por eso estaban
encerrados en el Cenáculo.
Ahora bien, es precisamente en medio de ese clima
de tragedia y pánico que aquel grupo de piadosas mujeres, sin reflexionar mucho
sobre las consecuencias de sus actos, resuelve salir antes del despuntar de la
aurora… […]
(CLÁ DIAS EP, Monseñor Joao Scognamiglio. In: “Lo
inédito sobre los Evangelios” Volumen III, Librería Editrice Vaticana)