Al cabo de dos milenios, después de muchas y catastróficas
tempestades, la “nave de Pedro” sigue intacta, manteniendo a Cristo, con poder
absoluto, en su centro. No hay otra institución que resistiera la corrupción
producida por los desvíos morales o por la perversión de la razón y del egoísmo
humano. Sólo la Iglesia supo enfrentar las teorías caóticas, oponiéndoles la
verdad eterna; enfriar el egoísmo, la violencia y la voluptuosidad, utilizando
las armas de la caridad, justicia y santidad; persuadir y reformar los poderes
despóticos y materialistas de este mundo, con la solemne y desarmada influencia
de una sabia, serena y maternal autoridad. Unas manos meramente humanas no
podrían de erigir tan portentosa obra; sólo la virtud misma del propio Dios
sería capaz de conferir santidad y elevar a la gloria eterna a hombres
concebidos en pecado. ◊Papa León XIV, el día de su elección, desde el balcón de la Basílica de San Pedro
Fuente: Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen V, Librería Editríce Vaticana.
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