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domingo, 29 de junio de 2025

Comentario al Evangelio de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles - por Mons. João Clá Dias, EP

Causa pasmo el desarrollo de ese acontecimiento histórico ocurrido en la “región de Cesarea de Filipo”. Un simple pescador de Betsaida proclama que el hijo de un carpintero es realmente Hijo de Dios, por naturaleza. Éste, en seguida, anuncia que edificará una obra indestructible y dejará en manos de su administrador, con plenos poderes de jurisdicción y magisterio, “las llaves del reino de los cielos”. El ambiente que los rodea es pobre, árido pero con cierta grandeza. Allí es plantado “el grano de mostaza”, del cual nacerían las iglesias, las catedrales, las ceremonias, los vitrales, las universidades, los hospitales, los mártires, los confesores, las vírgenes, los doctores, los santos, en fin, la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana.

Papa León XIV, el día de su elección, desde el balcón de la Basílica de San Pedro
Al cabo de dos milenios, después de muchas y catastróficas tempestades, la “nave de Pedro” sigue intacta, manteniendo a Cristo, con poder absoluto, en su centro. No hay otra institución que resistiera la corrupción producida por los desvíos morales o por la perversión de la razón y del egoísmo humano. Sólo la Iglesia supo enfrentar las teorías caóticas, oponiéndoles la verdad eterna; enfriar el egoísmo, la violencia y la voluptuosidad, utilizando las armas de la caridad, justicia y santidad; persuadir y reformar los poderes despóticos y materialistas de este mundo, con la solemne y desarmada influencia de una sabia, serena y maternal autoridad. Unas manos meramente humanas no podrían de erigir tan portentosa obra; sólo la virtud misma del propio Dios sería capaz de conferir santidad y elevar a la gloria eterna a hombres concebidos en pecado. ◊

Fuente: Monseñor João S. Clá Dias, EP in “Lo inédito sobre los Evangelios” Volumen V, Librería Editríce Vaticana.

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