¿Dónde está mi corazón?
Ante la hipocresía farisaica,
el Divino Maestro demuestra que el hombre no se define por las exterioridades,
sino por las intenciones nacidas del corazón. […]
El horrible defecto de la hipocresía
Ante la hipocresía farisaica,
el Divino Maestro demuestra que el hombre no se define por las exterioridades,
sino por las intenciones nacidas del corazón. […]
El horrible defecto de la hipocresía
En un episodio decisivo en el anuncio del Reino de Dios, los discípulos se dividieron entre aquellos que se escandalizaron con las palabras de Jesús y aquellos que, aún sin entenderlas, las aceptaron por un acto de fe.
La Asunción de la Virgen a los Cielos en cuerpo y alma nos revela los frutos de la escucha fiel de la Palabra de Dios, que supo guardar en su corazón y poner en práctica.
[...] ¿Murió la Santísima Virgen?
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Mons. Joao Clá Dias, EP. |
“Yo soy el Pan vivo
bajado del Cielo”.
Al comer del fruto prohibido, nuestros
primeros padres pecaron y entró la muerte en el mundo. Por medio de otro
alimento, el “Pan bajado del Cielo”, nos fue reintegrada la vida. En la
Eucaristía, el propio Dios se ofrece al hombre como comida, dándole
infinitamente más de lo que había perdido. [...]
Alimento que comunica la
virtud vivificadora
Recurramos a la ciencia teológica y al talento de Dom Guéranger para explicitar mejor los efectos maravillosos y sobrenaturales de la Eucaristía, en aquellos que la reciben en condiciones dignas. Como lo es el alimento para aumentar y sostener la vida, explica, la Palabra de Dios “se convirtió en alimento vivo y vivificante, bajado de los Cielos. Al participar Él mismo de la vida eterna, que extrae directamente del seno del Padre, la carne del Verbo comunica esta vida a quienes se alimentan de ella. Aquello que es corruptible por su naturaleza, como dice San Cirilo de Alejandría, no puede ser vivificado a no ser por la unión corporal al cuerpo de aquel que es vida por naturaleza. Del mismo modo que dos trozos de cera fundidos por el fuego pasan a ser un solo, así sucede con nosotros y con el Cuerpo de Cristo, debido a la participación en su Cuerpo y Sangre preciosos […] Como un poco de levadura, dice el Apóstol, toda la masa sube (1 Co 5, 6), así este Cuerpo, penetrando en el nuestro, transforma el todo en sí mismo. Así como nada puede penetrar en nuestra sustancia corporal excepto a través de la comida y la bebida. Este es el camino, propio de su naturaleza, por el cual nuestro cuerpo adquiere la virtud vivificante”. [18]